miércoles, 23 de abril de 2008

La mar estará serena

El mar es algo complejo. Tiene esa cosa de vértigo, de brutalidad natural, y a la vez es muy placentero, muy pacífico.
El mar puede parecernos peligroso, muy frío, muy duro al comienzo, pero lentamente, al ir pasando las olas de la orilla, notamos que no es tan frío, que no es muy peligroso si uno sabe llevarlo, y que no es para nada duro, sino todo lo contrario.
El mar nos abraza, o nos pega. Todo depende de dónde estemos parados. Si uno se mete de lleno, lo más probable es que el mar nos sorprenda un poco, pero en seguida nos empiece a querer, a llevar, a dejarnos libres casi hasta de nuestro propio peso.
El mar, en sí, es lo que está más allá de la orilla. El mar está después de ese principio inestable.
Y sí, el mar tiene sus olas grandes, poderosas. Esas que nos mueven y nos dan vueltas y más vueltas antes de soltarnos, una vez más, en la calma del agua.
Pero ojo, el mar no es para cualquiera.
Si uno no está listo para entrar al mar, lo mejor es no hacerlo. No jugar con él, porque el mar nos tratará mal en seguida. Uno debe respetar al mar, porque, de buenas a primeras, nos puede mandar una ola de la que no podamos salir, y nos va a devolver a la orilla.
Y quedaremos sólo con arena y conchilla, como antes de conocerlo.
Lo mejor es dar ese paso, pasar las olas de la playa, y meterse de lleno. Pero, eso sí, sabiendo que va a haber olas grandes, espumosas, que nos quieran tapar.
Nada más, es cuestión de saber cuándo dar el saltito para pasarlas por arriba sin que nos hagan daño

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