¿Qué hacer?
Cuando la otra mejilla también está roja de la bofetada reciente,
cuando ya mordimos todas las manzanas, y el paraíso no es más que una postal lejana.
¿Qué hacer?
Cuando la marioneta ya está cansada de bailar, y decide cortarse sus propios hilos,
cuando las altas horas de la noche quedan enanas ante este insomnio lungo.
¿Qué hacer?
Cuando las almohadas ya no ahogan los gritos,
Cuando las pesadillas no permiten despertar
Cuando el trueno viene junto con el rayo.
¿Qué hacer?
Cuando la ruta es más corta que nuestros pasos.
¿Qué hacer?
Esto.
miércoles, 14 de octubre de 2009
jueves, 8 de octubre de 2009
Segundos afuera, 3er Round
Cuando escuché la campana, todavía tenía la cabeza temblando del cross de derecha que me había dado un segundo antes. Creo que incluso el sonido del guantazo en mi cara fue al unísono con la campana.
Dí vuelta sobre un mismo punto, dejando caer sudor y sangre en igual cantidad y traté de fijar, con ojos tan abiertos como me lo permitían las hinchazones de mis pómulos, el ínfimo banquito que me aguardaba en mi esquina, distante ahora (según mi propia percepción) a diez mil kilómetros del lugar en donde me encontraba parado, todavía con la guardia derecha alta, y el brazo izquierdo casi colgando a mi lado.
Caminé a los tropezones, con la torpeza que me daban los hombros anchos, y los golpes recibidos no sólo esa noche, sino todas las anteriores, y las tardes de gimnasio.
Esto parecía nunca acabar. Y no hablo de la caminata hasta mi rincón, sino el recibir golpes. Yo me entrenaba, había mejorado incalculablemente, era el campeón, el mejor en lo mío. Y sin embargo, siempre había alguien delante de mí, tratando de molerme a palos. De que yo caiga y duerma aunque sea diez segundos en la lona, mientras los flashes de periodistas ajenos a todo mi dolor destellaban aquí y allá. Siempre habría golpes que sentiría como si fueran el último. Fuerzas que parecerían destinadas a quebrarme, a destruirme.
Pero no.
El entrenamiento, (esta vida de boxeador, o este boxeo en la vida, ya no lo sé), hacía que yo resistiera más de lo que mi mente aconsejaba. Mis brazos volvían a levantarse cada vez, los moretones y las heridas sanaban. Las compresas frías bajaban la hinchazón.
Ya estaba sentado, los guantes de quince kilos (o eso me pesaban a mí en ese momento) estaban mirando abajo, mientras mis brazos no hacían otra cosa que relajarse.
Ya no importaba nada más que esa esponja de agua fría, que me refrescaba el cuello, por lo menos durante cinco segundos (tiempo nulo para refrescarme... la mitad de lo que necesito para ganar una pelea).
Escuchaba a lo lejos, como en el fondo de mi nuca las instrucciones del entrenador. Creo que dijo algo sobre no bajar la guardia y seguir moviendo las piernas. Lo miré, pero ya sentía que no tenía fuerzas ni para recriminarle. Ni para decirle que qué podía saber él, que no era él el que aguantaba los puños del negro de 1.97 que se paraba a unos metros.
Tomé un poco de agua, un trago y escupí el resto.
Ya no había fuerzas, ya no sentía las piernas.
Sonó la campana.
Subí las manos, la derecha pegada al mentón, la izquierda algo más separada hacia adelante. Pude sentir cómo se deslizaba el banquito para salir del ring detrás de mí. El negro se paró.
Eran sólo tres minutos más.
O tres menos. Ya no sé
Dí vuelta sobre un mismo punto, dejando caer sudor y sangre en igual cantidad y traté de fijar, con ojos tan abiertos como me lo permitían las hinchazones de mis pómulos, el ínfimo banquito que me aguardaba en mi esquina, distante ahora (según mi propia percepción) a diez mil kilómetros del lugar en donde me encontraba parado, todavía con la guardia derecha alta, y el brazo izquierdo casi colgando a mi lado.
Caminé a los tropezones, con la torpeza que me daban los hombros anchos, y los golpes recibidos no sólo esa noche, sino todas las anteriores, y las tardes de gimnasio.
Esto parecía nunca acabar. Y no hablo de la caminata hasta mi rincón, sino el recibir golpes. Yo me entrenaba, había mejorado incalculablemente, era el campeón, el mejor en lo mío. Y sin embargo, siempre había alguien delante de mí, tratando de molerme a palos. De que yo caiga y duerma aunque sea diez segundos en la lona, mientras los flashes de periodistas ajenos a todo mi dolor destellaban aquí y allá. Siempre habría golpes que sentiría como si fueran el último. Fuerzas que parecerían destinadas a quebrarme, a destruirme.
Pero no.
El entrenamiento, (esta vida de boxeador, o este boxeo en la vida, ya no lo sé), hacía que yo resistiera más de lo que mi mente aconsejaba. Mis brazos volvían a levantarse cada vez, los moretones y las heridas sanaban. Las compresas frías bajaban la hinchazón.
Ya estaba sentado, los guantes de quince kilos (o eso me pesaban a mí en ese momento) estaban mirando abajo, mientras mis brazos no hacían otra cosa que relajarse.
Ya no importaba nada más que esa esponja de agua fría, que me refrescaba el cuello, por lo menos durante cinco segundos (tiempo nulo para refrescarme... la mitad de lo que necesito para ganar una pelea).
Escuchaba a lo lejos, como en el fondo de mi nuca las instrucciones del entrenador. Creo que dijo algo sobre no bajar la guardia y seguir moviendo las piernas. Lo miré, pero ya sentía que no tenía fuerzas ni para recriminarle. Ni para decirle que qué podía saber él, que no era él el que aguantaba los puños del negro de 1.97 que se paraba a unos metros.
Tomé un poco de agua, un trago y escupí el resto.
Ya no había fuerzas, ya no sentía las piernas.
Sonó la campana.
Subí las manos, la derecha pegada al mentón, la izquierda algo más separada hacia adelante. Pude sentir cómo se deslizaba el banquito para salir del ring detrás de mí. El negro se paró.
Eran sólo tres minutos más.
O tres menos. Ya no sé
martes, 6 de octubre de 2009
Dpal be'u
Tal vez todo haya empezado ese día en el salón de clases. Quizá, por otro lado, haya empezado antes, cuando te buscaba, cuando quería que todo el mundo me abriera paso hacia vos.
No puedo precisarlo: yo no entiendo mucho de eras, ni de etapas, ni de ciclos cerrados-empezados.
Lo que sí sé, es que está bueno esto de que no tenga ni principio ni fin. Está bueno que cada día se reinvente, que cada día sea de nuevo un volver a empezar, pero con todo lo que ya sabemos.
Es así como me gusta entenderlo.
No puedo precisarlo: yo no entiendo mucho de eras, ni de etapas, ni de ciclos cerrados-empezados.
Lo que sí sé, es que está bueno esto de que no tenga ni principio ni fin. Está bueno que cada día se reinvente, que cada día sea de nuevo un volver a empezar, pero con todo lo que ya sabemos.
Es así como me gusta entenderlo.
martes, 28 de julio de 2009
Impunidad total
Situación: Lunes por la mañana, antes de las 9.00. En la oficina estamos Ale, Pedro y yo. Entra nuestro gerente, saluda y nos dice:
G: Ayer casi se quedan sin jefe...
Ante nuestra curiosidad, nos relata cómo un día antes entraba corriendo a su casa con su hija de menos de un año en el cochecito, se resbala y da con la cabeza en el escalón de entrada. Según nos dijo, quedó sin conocimiento durante diez minutos, y estuvo otro buen rato "yendo y viniendo" del conocimiento al desmayo.
P: ¿Pero llamaron a un médico no?
G: Sí, claro. Hizo análisis y me dijo
P (interrumpiendo): Que yerba mala nunca muere, ¿no?
G: (mirando raro): No, que no era nada más que el golpe
P: Puta... Hubiéramos tenido lunes, martes y miércoles de luto...
G (Incrédulo): Sí... bueno, me voy a mi oficina.
Silencio de cinco segundos, seguido de carcajadas de los tres. Luego de reirnos un rato, observo:
Yo: Pedro... vos sabés algo ¿No? Hay algo que sabés por lo que no te pueden echar...
A: Nah... para mí, vos te sacaste el quini...
G: Ayer casi se quedan sin jefe...
Ante nuestra curiosidad, nos relata cómo un día antes entraba corriendo a su casa con su hija de menos de un año en el cochecito, se resbala y da con la cabeza en el escalón de entrada. Según nos dijo, quedó sin conocimiento durante diez minutos, y estuvo otro buen rato "yendo y viniendo" del conocimiento al desmayo.
P: ¿Pero llamaron a un médico no?
G: Sí, claro. Hizo análisis y me dijo
P (interrumpiendo): Que yerba mala nunca muere, ¿no?
G: (mirando raro): No, que no era nada más que el golpe
P: Puta... Hubiéramos tenido lunes, martes y miércoles de luto...
G (Incrédulo): Sí... bueno, me voy a mi oficina.
Silencio de cinco segundos, seguido de carcajadas de los tres. Luego de reirnos un rato, observo:
Yo: Pedro... vos sabés algo ¿No? Hay algo que sabés por lo que no te pueden echar...
A: Nah... para mí, vos te sacaste el quini...
martes, 5 de mayo de 2009
Minhistorias IV
I.
La población mundial llego a su pico máximo. Lo líderes del mundo se dieron cuenta, de un día para otro, de que la cantidad de gente en este planeta era demasiada. La hambruna, la indigencia y todos los males parecidos parecían ser, de esa manera, incontrolables.
La reunión entre los mandatarios de las potencias del mundo se llevó a puertas cerradas, en un lugar sólo conocido por ellos y por sus guardias personales más intimos. Luego de deliberar durante varios días, llegaron a la conclusión de que era el momento de actuar: una a una, en lo que (entre irónica, graciosa y cruelmente) dieron en llamar Operación Pandora, fueron liberando las plagas que, desde hace años, sus laboratorios más secretos, venían desarrollando. Ciertas potencias se ocuparon de los monos de Africa. Otras, de los cerdos centroamericanos. Unas más, de los mosquitos sudamericanos. Las últimas, tienen como metal los peces de Asia.
De esto, hace ya veinte años
II.
La segunda resurrección de Cristo tuvo lugar el año 2012. Más precisamente, a las 22.10 del 3 de Febrero de 2012.
Cristo, entonces, entró caminando descalzo al Vaticano, ante la mirada estupefacta de todos.
Miró hacia todos lados, y clavó la mirada en el Sumo Pontífice. Lo estudió lentamente.
Entonces, Cristo levantó sus brazos, con las palmas hacia el cielo y dijo: "Muchachos, volví. Se acabó la joda".
Después de los telegramas de despido pertinentes, se sentó en su solitario despacho, y se dispuso a estudiar sus libros de contabilidad.
III.
Esa noche, como tantas otras, el mar estaba sereno e invisible. Cuando Julián se acercó, caminando por la arena fría, descalzo hacia el agua, sintió que su vida estaba cambiando lentamente. Mientras el cielo se desgarraba en un aguacero estival, y sus ropas se pegaban, empapadas a su cuerpo, Julián tomó conciencia de todos sus músculos. Incluso de aquellos que jamás pensó que se usarían.
Al llegar al mar, el frío del agua salada se le clavó, primero, en la punta de los dedos de los pies, para luego subir eléctricamente por su espina. Sin embargo, esto lo único que logró fue envalentonarlo más.
Siguió caminando resuelto, mientras su pelo casi no lo dejaba ver, estando pegado a sus ojos.
En el preciso instante en que el agua del mar tapó su cabeza por completo, en el horizonte se dibujó un rayo.
Julián sintió que su vida, tal como la conocía, terminaba con ese rayo lejano. Abrió entonces sus branquias, y nadó rápidamente por el fondo del mar
IV.
Cuando despertó, sus brazos y sus piernas estaban inmovilizados. Su pecho sentía tanta presión sobre él que era practicamente imposible respirar. No podía moverse de ninguna manera, a no ser por el giro de su cabeza sobre su cuello. Después de eso, no podía ni siquiera mirar hacia abajo, ya que el mentón en seguida le chocaba contra la arena en que estaba enterrado. Lo habían enterrado con tiempo, y en un pozo profundo, ya que estaba "parado", por decirlo de alguna manera. No recordaba nada más atrás de cuando se despertó. Aunque sentía dolor en casi todo el cuerpo, más allá del obvio dolor de ser presa de vaya uno a saber cuánta cantidad de arena.
A lo lejos escuchaba máquinas, pero no llegaba a ver nada. El sol pegaba de frente en ese momento y estaba practicamente ciego a causa del resplandor. Sintió risas, más golpes y algún que otro ruido más, no hechos por humanos.
Habrá estado así cerca de cuatro horas. Con el cuerpo completamente anquilosado, sintiendo cada vez más el esfuerzo por respirar.
Entonces, escuchó, o más bien sintió, pasos detrás suyo. Quiso ver, pero se acercaban exactamente por detrás, dentro de su punto ciego. Escuchó una risa, y una respiración entrecortada...
Lo último que sintió, fue el golpe de la pala que le abría el cráneo, mientras veía a los lobos acercarse a él corriendo.
La población mundial llego a su pico máximo. Lo líderes del mundo se dieron cuenta, de un día para otro, de que la cantidad de gente en este planeta era demasiada. La hambruna, la indigencia y todos los males parecidos parecían ser, de esa manera, incontrolables.
La reunión entre los mandatarios de las potencias del mundo se llevó a puertas cerradas, en un lugar sólo conocido por ellos y por sus guardias personales más intimos. Luego de deliberar durante varios días, llegaron a la conclusión de que era el momento de actuar: una a una, en lo que (entre irónica, graciosa y cruelmente) dieron en llamar Operación Pandora, fueron liberando las plagas que, desde hace años, sus laboratorios más secretos, venían desarrollando. Ciertas potencias se ocuparon de los monos de Africa. Otras, de los cerdos centroamericanos. Unas más, de los mosquitos sudamericanos. Las últimas, tienen como metal los peces de Asia.
De esto, hace ya veinte años
II.
La segunda resurrección de Cristo tuvo lugar el año 2012. Más precisamente, a las 22.10 del 3 de Febrero de 2012.
Cristo, entonces, entró caminando descalzo al Vaticano, ante la mirada estupefacta de todos.
Miró hacia todos lados, y clavó la mirada en el Sumo Pontífice. Lo estudió lentamente.
Entonces, Cristo levantó sus brazos, con las palmas hacia el cielo y dijo: "Muchachos, volví. Se acabó la joda".
Después de los telegramas de despido pertinentes, se sentó en su solitario despacho, y se dispuso a estudiar sus libros de contabilidad.
III.
Esa noche, como tantas otras, el mar estaba sereno e invisible. Cuando Julián se acercó, caminando por la arena fría, descalzo hacia el agua, sintió que su vida estaba cambiando lentamente. Mientras el cielo se desgarraba en un aguacero estival, y sus ropas se pegaban, empapadas a su cuerpo, Julián tomó conciencia de todos sus músculos. Incluso de aquellos que jamás pensó que se usarían.
Al llegar al mar, el frío del agua salada se le clavó, primero, en la punta de los dedos de los pies, para luego subir eléctricamente por su espina. Sin embargo, esto lo único que logró fue envalentonarlo más.
Siguió caminando resuelto, mientras su pelo casi no lo dejaba ver, estando pegado a sus ojos.
En el preciso instante en que el agua del mar tapó su cabeza por completo, en el horizonte se dibujó un rayo.
Julián sintió que su vida, tal como la conocía, terminaba con ese rayo lejano. Abrió entonces sus branquias, y nadó rápidamente por el fondo del mar
IV.
Cuando despertó, sus brazos y sus piernas estaban inmovilizados. Su pecho sentía tanta presión sobre él que era practicamente imposible respirar. No podía moverse de ninguna manera, a no ser por el giro de su cabeza sobre su cuello. Después de eso, no podía ni siquiera mirar hacia abajo, ya que el mentón en seguida le chocaba contra la arena en que estaba enterrado. Lo habían enterrado con tiempo, y en un pozo profundo, ya que estaba "parado", por decirlo de alguna manera. No recordaba nada más atrás de cuando se despertó. Aunque sentía dolor en casi todo el cuerpo, más allá del obvio dolor de ser presa de vaya uno a saber cuánta cantidad de arena.
A lo lejos escuchaba máquinas, pero no llegaba a ver nada. El sol pegaba de frente en ese momento y estaba practicamente ciego a causa del resplandor. Sintió risas, más golpes y algún que otro ruido más, no hechos por humanos.
Habrá estado así cerca de cuatro horas. Con el cuerpo completamente anquilosado, sintiendo cada vez más el esfuerzo por respirar.
Entonces, escuchó, o más bien sintió, pasos detrás suyo. Quiso ver, pero se acercaban exactamente por detrás, dentro de su punto ciego. Escuchó una risa, y una respiración entrecortada...
Lo último que sintió, fue el golpe de la pala que le abría el cráneo, mientras veía a los lobos acercarse a él corriendo.
miércoles, 22 de abril de 2009
Los sueños sueños son...
Luego de cabalgar miles de leguas, de enfrentar vientos huracanados, diluvios universales y calores desérticos. Luego de sufrir la falta de agua y de comida cuando no se podía cazar o pescar algo. Luego de casi desfallecer bajo el peso inerte de la armadura de duro metal que lo protegía de los ataques enemigos, el Príncipe por fin arribó al castillo. Sabía que, en la última habitación del piso más alto de la torre más alta (como siempre en estos casos) estaba encerrada su princesa. Esa con la que había soñado y se había enamorado al instante.
El príncipe desmontó y dejó su corcel pastando cerca de la puerta del castillo, listo para la retirada triunfal.
El olor a azufre, brasas y metal oxidado que lo invadió al flanquear la puerta lo hizo lagrimear al tiempo que arrugaba la nariz.
Cruzando el patio, que otrora serviría como patio de armas, con la vista atenta y fija en el caballero, se encontraba el dragón que (obviamente) custodiaba a la princesa.
La lucha fue intensa, interminable. Pero el príncipe, fija su obsesión en el rescate de la princesa, venció al fin.
Sólo le quedaba, luego de degollar al dragón, los 1267 escalones de la torre, y se reuniría con su princesa amada.
Tardó mucho tiempo en subir, a pesar de haberse deshecho del peso de la armadura, por demás innecesaria tras la muerte del dragón.
Al llegar al último piso, se acercó a la puerta de la habitación de su princesa. El corazón latía desesperado en su pecho, como si fuera a cansarlo más la sola visión de esa hermosa mujer que toda la travesía hecha para verla.
Abrió la puerta lentamente. La princesa (por supuesto) dormía plácidamente en un lecho que al caballero se le antojó demasiado lujoso para la habitación de una cautiva. Sin embargo, no se amedrentó. Descubrió el mosquitero de tul blanco y la belleza con la que había soñado quedó relegada a la belleza angelical de la princesa en persona. El aire alrededor de ella olía a rosas, y no a pelo chamuscado como todo el resto del castillo.
El príncipe se tomó un momento en silencio para admirarla. Sabía a flor de piel que todo su viaje, sus batallas, las inclemencias vividas, habían rendido su fruto.
Lentamente, saboreando el momento previo, se inclinó sobre el rostro blanco y puro de la princesa. Y la besó en la roja boca, como el destino lo había querido.
Ella despertó de sus sueños, y medio dormida aún, vio el rostro cansado pero feliz de su príncipe que había venido a rescatarla.
Terminó de abrir los ojos, y todavía estudiando a ese recio caballero que sonreía delante de ella, habló:
- ¿Quién eres?
- Soy tu príncipe, hermosa princesa. He cruzado el país entero en busca de tus ojos cristalinos, de tu boca de rosa salvaje, de tu piel de cielo despejado. He venido, como lo han querido los Dioses ha rescatarte...
- ¿Qué hora es? - Interrumpió casi violentamente la princesa
- Es temprano de mañana. No quise demorar este momento, y cabalgué toda la noche a buen tranco para llegar a tí y...
- Temprano de mañana - Pareció sopesar la información la princesa - Bien. Dime, entonces, fiel caballero ¿Quién carajos te dio permiso para levantarme a la madrugada? Soy princesa, me cago en vos. Dejame dormir ¡Querés? O vos te pensás que estar así de linda, así de luminosa, con esta Piel de cielo como decís que tengo se logra durmiendo tres horas... Será de Dios... Andate y cerrá la puerta ¿querés? Y que no me joda nadie hasta pasado el medio día...
El caballero ocultó su bronca y su decepción. Salió de la habitación, y comenzó a bajar las escaleras.
La princesa durmió plácidamente hasta que despertó sola.
Y no supo más nada del caballero
El príncipe desmontó y dejó su corcel pastando cerca de la puerta del castillo, listo para la retirada triunfal.
El olor a azufre, brasas y metal oxidado que lo invadió al flanquear la puerta lo hizo lagrimear al tiempo que arrugaba la nariz.
Cruzando el patio, que otrora serviría como patio de armas, con la vista atenta y fija en el caballero, se encontraba el dragón que (obviamente) custodiaba a la princesa.
La lucha fue intensa, interminable. Pero el príncipe, fija su obsesión en el rescate de la princesa, venció al fin.
Sólo le quedaba, luego de degollar al dragón, los 1267 escalones de la torre, y se reuniría con su princesa amada.
Tardó mucho tiempo en subir, a pesar de haberse deshecho del peso de la armadura, por demás innecesaria tras la muerte del dragón.
Al llegar al último piso, se acercó a la puerta de la habitación de su princesa. El corazón latía desesperado en su pecho, como si fuera a cansarlo más la sola visión de esa hermosa mujer que toda la travesía hecha para verla.
Abrió la puerta lentamente. La princesa (por supuesto) dormía plácidamente en un lecho que al caballero se le antojó demasiado lujoso para la habitación de una cautiva. Sin embargo, no se amedrentó. Descubrió el mosquitero de tul blanco y la belleza con la que había soñado quedó relegada a la belleza angelical de la princesa en persona. El aire alrededor de ella olía a rosas, y no a pelo chamuscado como todo el resto del castillo.
El príncipe se tomó un momento en silencio para admirarla. Sabía a flor de piel que todo su viaje, sus batallas, las inclemencias vividas, habían rendido su fruto.
Lentamente, saboreando el momento previo, se inclinó sobre el rostro blanco y puro de la princesa. Y la besó en la roja boca, como el destino lo había querido.
Ella despertó de sus sueños, y medio dormida aún, vio el rostro cansado pero feliz de su príncipe que había venido a rescatarla.
Terminó de abrir los ojos, y todavía estudiando a ese recio caballero que sonreía delante de ella, habló:
- ¿Quién eres?
- Soy tu príncipe, hermosa princesa. He cruzado el país entero en busca de tus ojos cristalinos, de tu boca de rosa salvaje, de tu piel de cielo despejado. He venido, como lo han querido los Dioses ha rescatarte...
- ¿Qué hora es? - Interrumpió casi violentamente la princesa
- Es temprano de mañana. No quise demorar este momento, y cabalgué toda la noche a buen tranco para llegar a tí y...
- Temprano de mañana - Pareció sopesar la información la princesa - Bien. Dime, entonces, fiel caballero ¿Quién carajos te dio permiso para levantarme a la madrugada? Soy princesa, me cago en vos. Dejame dormir ¡Querés? O vos te pensás que estar así de linda, así de luminosa, con esta Piel de cielo como decís que tengo se logra durmiendo tres horas... Será de Dios... Andate y cerrá la puerta ¿querés? Y que no me joda nadie hasta pasado el medio día...
El caballero ocultó su bronca y su decepción. Salió de la habitación, y comenzó a bajar las escaleras.
La princesa durmió plácidamente hasta que despertó sola.
Y no supo más nada del caballero
viernes, 17 de abril de 2009
Esférica vitalidad
- Mirá, mirá
-¿Qué cosa?
- Mi pelota
- Ah... sí. ¿Jugamos?
- No boludo, mi pelota... rebota.
- Y sí, salame. ¿Qué querés que haga? Está hecha para eso... ¿Jugamos?
- Sí, ya sé que está hecha para eso, pero... se me hace que es otra cosa.
- ¿Eh?
- Claro, que se me hace que es más que una pelota... Ya sé.. ¡es como la vida!
- ¿De qué mierda hablás? ¿Vamos a jugar o no?
- Ja ja. No te enojes pelotudo... Pero no sé si quiero jugar con mi vida
- Pero no es tu vida idiota... es una pelota. Una pulpo, para más datos.
- No... pero es como mi vida. Mirá
- ¡Ya la ví! Hace como cinco minutos que la estoy viendo, y todavía no estamos jugando
- No, pero ¿la viste bien? Por eso es como mi vida
- A ver, gilastro. ¿En qué se parece a tu vida? ¿En que tenés rayitas amarillas? ¿En que si te rompo te sale como un juguito rojo?
- No, pelotudo. No. Mirala bien. Si la ves así, de primera y al voleo, parece perfecta. Es redondita, brillante... qué sé yo. Todas las cualidades pelotísticas. Pero si te acercás, ves que las rayitas no son todas iguales, que en donde está pegada por la mitad tiene rebaba y esas cosas. Pero, más importante, es que, si la tiro, rebota.
- Otra vez con lo de rebota. Estuviste comiendo caca de perro de nuevo, ¿no?
- No boludo. Lo importante de que rebote es que es como en la vida... Todo vuelve.
- La verdad, estás cada día más raro vos. ¿Vamos a jugar o no?
- No estoy raro. Pero mirá, si tiro la pelota contra la pared, vuelve a mi mano. Si la tiro al piso, sube a mi mano ¿entendés?
- Lo único que entiendo, es que con estas boludeces, estas jugando solo. ¿Me prestás la pelota?
- Claro salame. Mi vida, bah, todas las vidas, son así. Vos das algo, y te vuelve. Si crees que estás en caída y tocas fondo, es bueno, porque después empezás a subir. Si crees que te alejas de tu dueño, de la gente que te quiere, en cualquier momento volvés. ¿Entendés o no?
- ¡Ah no! pero vos, aparte de boludo, estás drogado. ¿Jugamos a la pelota o me voy a la hamaca? mirá que ahí veo que se desocupó una..
- No, está bien. Juguemos. Pero sin patearla muy fuerte, ¿Dale?
- Siempre fuiste un maricón. Pero bueno, dale. Atajá, que yo te tiro despacito, como a los bebés.
- Pará boludo. Que ya tengo 5 años.
- Y yo 6. Y no ando hablando tantas pelotudeces como vos. Dale, parate allá, y atajá tu vida, perejil
- ¿Ves? Es como yo digo. Ahora, mi vida está definiéndose en penales. Y tengo que tratar de atajar...
- ¡Basta! Sos un pelotudo a pedal. Me voy a la hamaca...
- Bueno... pero, si te ponés a pensar, la hamaca también es como tu vida. A veces estás arriba..
- No te aguanto más. Andate a cagar.
-¿Qué cosa?
- Mi pelota
- Ah... sí. ¿Jugamos?
- No boludo, mi pelota... rebota.
- Y sí, salame. ¿Qué querés que haga? Está hecha para eso... ¿Jugamos?
- Sí, ya sé que está hecha para eso, pero... se me hace que es otra cosa.
- ¿Eh?
- Claro, que se me hace que es más que una pelota... Ya sé.. ¡es como la vida!
- ¿De qué mierda hablás? ¿Vamos a jugar o no?
- Ja ja. No te enojes pelotudo... Pero no sé si quiero jugar con mi vida
- Pero no es tu vida idiota... es una pelota. Una pulpo, para más datos.
- No... pero es como mi vida. Mirá
- ¡Ya la ví! Hace como cinco minutos que la estoy viendo, y todavía no estamos jugando
- No, pero ¿la viste bien? Por eso es como mi vida
- A ver, gilastro. ¿En qué se parece a tu vida? ¿En que tenés rayitas amarillas? ¿En que si te rompo te sale como un juguito rojo?
- No, pelotudo. No. Mirala bien. Si la ves así, de primera y al voleo, parece perfecta. Es redondita, brillante... qué sé yo. Todas las cualidades pelotísticas. Pero si te acercás, ves que las rayitas no son todas iguales, que en donde está pegada por la mitad tiene rebaba y esas cosas. Pero, más importante, es que, si la tiro, rebota.
- Otra vez con lo de rebota. Estuviste comiendo caca de perro de nuevo, ¿no?
- No boludo. Lo importante de que rebote es que es como en la vida... Todo vuelve.
- La verdad, estás cada día más raro vos. ¿Vamos a jugar o no?
- No estoy raro. Pero mirá, si tiro la pelota contra la pared, vuelve a mi mano. Si la tiro al piso, sube a mi mano ¿entendés?
- Lo único que entiendo, es que con estas boludeces, estas jugando solo. ¿Me prestás la pelota?
- Claro salame. Mi vida, bah, todas las vidas, son así. Vos das algo, y te vuelve. Si crees que estás en caída y tocas fondo, es bueno, porque después empezás a subir. Si crees que te alejas de tu dueño, de la gente que te quiere, en cualquier momento volvés. ¿Entendés o no?
- ¡Ah no! pero vos, aparte de boludo, estás drogado. ¿Jugamos a la pelota o me voy a la hamaca? mirá que ahí veo que se desocupó una..
- No, está bien. Juguemos. Pero sin patearla muy fuerte, ¿Dale?
- Siempre fuiste un maricón. Pero bueno, dale. Atajá, que yo te tiro despacito, como a los bebés.
- Pará boludo. Que ya tengo 5 años.
- Y yo 6. Y no ando hablando tantas pelotudeces como vos. Dale, parate allá, y atajá tu vida, perejil
- ¿Ves? Es como yo digo. Ahora, mi vida está definiéndose en penales. Y tengo que tratar de atajar...
- ¡Basta! Sos un pelotudo a pedal. Me voy a la hamaca...
- Bueno... pero, si te ponés a pensar, la hamaca también es como tu vida. A veces estás arriba..
- No te aguanto más. Andate a cagar.
jueves, 26 de marzo de 2009
Ligas Mayores
Adrián fue el último en salir de los vestuarios. Siempre era el que más tardaba, debido a todas las cremas que solía ponerse después de ducharse. En el bar de la cancha, sentados en la misma mesa de siempre, pegada a la ventana que daba sobre Santo Tomé, lo estaban esperando Pancho y Gastón. El primero, miraba con poco interés el partido entre Audax Italiano y Gremio en la televisión; el segundo miraba alternadamente su vaso de coca y la ventana, como con cierta impaciencia.
Adrián se sentó en la silla que quedaba. Tuti y El gallo se habían ido ya, y sólo quedaban ellos tres después del partido.
- Qué buen partido, loco - Dijo Adrián mientras se servía él también un vaso de coca -Menos mal que les ganamos, porque esos muertos sí que no juegan a nada.
- Sí - Contestó Pancho sin dejar de mirar la tele - Decí que éste se atajó la vida, porque al principio se puso complicada la cosa
- ¡Tenés razón! Qué grande gordo - Reconoció Adrián dándole un golpecito en el hombro a Gastón- Parece que te compraste las manos al final...
Gastón sonrió apenas, como dando a entender que él siempre atajaba igual.
Adrián y Pancho tomaron gaseosa casi al mismo tiempo, como si hubiera un acuerdo tácito acerca de cómo se debía tomar, y cuándo. Cuando volvieron a dejar los brazos sobre la mesa, el tema del partido recién ganado había quedado atrás. Entonces, fue Pancho el que distrajo su atención del partido (aburrido, de todas formas) y miró fijo a Adrián, sonriendo:
- Che, ¿qué onda con la mina esa que estabas saliendo?
- ¿Tu hermana? -Replicó rápido Adrián
- Ja ja, boludo -Rió con ironía Pancho - En serio te digo, salame. ¿Cómo se llamaba? La rubia...
- Micaela se llama.
- ¡Esa! - Recordó Pancho - ¿Qué onda?
- Y... - Adrián se recostó sobre el respaldo de la silla - qué sé yo, loco. Me parece que la voy a largar a la mierda...
- ¿En serio? - Pancho parecía asombrado, pero se notaba que estaba actuando - Pero... ¡si está re fuerte!
- Sí, ya sé... es un avión... Pero, no sé, como que ya me cansó las pelotas.
- Ah... sí, a mí también me pasa eso - Pancho se solidarizó con Adrián - El otro día fui a bailar y me encaré a una mina loco, que no te miento, no era modelo porque tenía algo en la cabeza. No sabés, un lomazo, una carita de ángel, un pelo rubio lacio, hermosa.
- Aha -Pareció interesarse Adrián, a quien le gustaban esas historias
- No, pero no te la puedo describir, muy linda hermano, muy linda. Bué, la cuestión es que la veo, y ¡bam! me encantó. Y me la voy a chamuyar. Y me la ganó. Fuimos a casa, y así, casi sin charlar, me la comí en casa.
- ¡Qué sano es eso loco! - Sonreía Adrián
- Sí - Pancho le guiñó el ojo, y siguió - Pero al otro día, como que quería que se fuera rápido. La minita empezó con que quería abrazo, me preguntaba qué quería de desayuno... me hartó las bolas, como decís vos...
- ¿Viste Panchito? -Adrián se inclinó sobre la mesa - Son así loco, son hermosas cuando están lejos, pero vas, las chamuyas, te las comés, y después, son rompebolas al máximo.
- Pse... Después dicen que nosotros somos todos iguales
- Es que sí loco- Adrián golpeó con el puño la mesa, haciendo vibrar los vasos, y sobresaltando a Gastón, que estaba mirando por la ventana - Están todas cortadas por la misma tijera, hermano. Y, te digo más, mientras más lindas son, más rompebolas. ¿Sabés lo que me decía esta Micaela? Que yo la llamaba poco, que no le daba bola... ¡Ja! -volvió a pegar con el puño en la mesa - Yo le daba bola, loco... Si hasta la acompañaba hasta la parada del colectivo y todo...
- Y sí.. Lo mismo me decía Noelia a mí - Volvió al ataque Pancho - ¿Se acuerdan de Noelia? - Gastón y Adrián asintieron con sendos movimientos de cabeza - Esa también me decía que no la cuidaba, que no la llamaba lo suficiente. Y, en el fondo, lo que quería, era que sea al revés. Quería ella controlarme a mí.
- Claro, boludo - Afirmó Adrián repentinamente - A mí me pasa lo mismo. Y ¿querés que te diga por qué es? Porque saben que, con la facha tuya, o la parla mía, así de fácil como nos ganamos a ellas, nos ganamos a cualquiera. A mí, Adriana me volvía loco con que yo me quería chamuyar a su amiga, María
- Jajaja -Pancho largó una carcajada que hizo que dos o tres que pasaban por Santo Tomé se dieran vuelta a mirar para adentro de la cancha - ¡Y cómo querés que no te volviera loco, si te la terminaste comiendo a María!
- Sí, bueno - sonrió Adrián - Pero ella no lo sabía... je
- Jajaja. - Pancho y Adrián rieron también al unísono. Mientras, Gastón seguía mirando por la ventana, y sonreía amargamente, como pensando en otra cosa.
- Y sí - Pareció sentenciar Adrián, como para cerrar el tema - Te podés chamuyar a la mina que quiera, pero nunca va a dejar de, en el fondo, ser una rompebolas.
Rieron una vez más.
De repente, como si recién se percataran que Gastón estaba ahí, Pancho preguntó:
- ¿Y vos, Gordo? ¿Qué es de tu vida?
- Yo bien - Gastón volvió a mirar a sus compañeros de equipo - Sigo con el laburo, como siempre. Atendiendo cosas de mi casa, desde que me mudé, je. Y estoy saliendo con una piba también
- Mirá vos - Pancho golpeó el brazo de Adrián - ¡Se lo tenía callado el muy turro! Contá, che, contá ¿ya te empezó a romper las bolas con que no le prestás atención? - Y tanto él como Adrián rieron socarronamente - Mirá que a todos les llega ¿eh?
-No - dijo tajante Gastón, mirándolos serios - Ese es un problema que no tengo yo.
Pancho y Adrián se miraron como diciendo "No sabe lo que le espera", pero Gastón siguió hablando seriamente:
- Ese es un problema que no creo que vaya a tener, tampoco. Yo sí le presto atención. Porque a mí sí me interesa. Y ¿saben por qué? Porque, para mí, Alejandra (así se llama), era inalcanzable.
- ¿Cómo inalcanzable? - Se sorprendió Adrián - No hay minas inalcanzables, gordo...
- ¡Ja! - rió irónicamente por primera vez en la noche Gastón - Para ustedes no hay minas imposibles. Para vos -Señaló a Pancho - que tenés facha, y vos -ahora apuntaba a Adrián - que tenés esa labia. Pero para mí, Alejandra era inalcanzable, loco. La conocí hace como cinco años, o más. Y cuando la vi la primera vez, no pude creer lo linda que es. Y tan linda es, que no me animé ni a hablarle hasta como después de dos meses -Adrián y Pancho se miraron casi incrédulos- Y sí, boludos, no se miren así. Ustedes bien saben que yo no tengo ni facha, ni labia, ni nada. A mí me cuesta acercarme a una mina. Y más si es una mina como Ale... Bué, la cosa es que yo, cada día que la veo, no puedo creer que esté conmigo, ¿entendés? - el gordo lanzó la pregunta al aire, retóricamente - una mina así, con un perejil como yo. No se da todos los días, no se da. Y sin embargo, no me pregunten cómo, a mí se me dio. Entonces, yo agradezco a cuanto Dios se me ponga adelante porque esté conmigo. Porque ese es el problema de casi todos los chabones, y más para los que tienen facha, o labia -Ahora el gordo Gastón hablaba ensimismado, como si estuviera monologando frente a su espejo - El problema es que no creen que haya minas inalcanzables. Y es el peor error que podés tener. Creer que la mina que está a tu lado, no se puede ir. Para mí, por más que pasen los días, Ale es inalcanzable, no sé si me explico. No es que ya la tengo, sino que estoy ganándomela cada día. Entonces, lo mejor que puedo hacer, es dar lo mejor de mí. Ya les dije -Repitió- no tengo chamuyo. Y si lo tuviera, tampoco serviría, porque no te podés chamuyar a una mina todos los días. Tarde o temprano, terminás siendo vos. Y como yo soy así, feo, gordo, sin mucha opción para el chamuyo barato, siento que Ale es inalcanzable.
Pancho y Adrián se miraron una vez más, pero ahora serios. Como sopesando las palabras de Gastón, que volvió a mirar por la ventana y sonrió.
- Ahí viene - Dijo Gastón, que empezó a buscar en el bolso la billetera para pagar su parte de la gaseosa - Bueno gente, los dejo. - Y se levantó
Adrián y Pancho, aún serios, miraron hacia la puerta. Entraba una pelirroja alta, flaca, hermosa. Tácitamente, los dos sabían que esa mujer era mucho más que todas las que ellos habían "tenido" juntas. Se miraron, perplejos, y volvieron a ver hacia la puerta, para observar cómo Ale, la pelirroja impactante, sonreía y besaba apasionadamente al gordo.
Gastón habló un par de palabras con Alejandra y, antes de salir, se dio vuelta para hablar por última vez con sus amigos:
- Im-po-si-ble - Silabeó, guiñó el ojo, y sonrió -Nos vemos el martes gente.
Se dio vuelta y le abrió la puerta a su novia, mientras la sostenía suavemente de la cintura, y la guiaba hacia Santo Tomé.
Adentro, Pancho y Adrián volvieron a conversar sobre el partido de Audax y Gremio.
Adrián se sentó en la silla que quedaba. Tuti y El gallo se habían ido ya, y sólo quedaban ellos tres después del partido.
- Qué buen partido, loco - Dijo Adrián mientras se servía él también un vaso de coca -Menos mal que les ganamos, porque esos muertos sí que no juegan a nada.
- Sí - Contestó Pancho sin dejar de mirar la tele - Decí que éste se atajó la vida, porque al principio se puso complicada la cosa
- ¡Tenés razón! Qué grande gordo - Reconoció Adrián dándole un golpecito en el hombro a Gastón- Parece que te compraste las manos al final...
Gastón sonrió apenas, como dando a entender que él siempre atajaba igual.
Adrián y Pancho tomaron gaseosa casi al mismo tiempo, como si hubiera un acuerdo tácito acerca de cómo se debía tomar, y cuándo. Cuando volvieron a dejar los brazos sobre la mesa, el tema del partido recién ganado había quedado atrás. Entonces, fue Pancho el que distrajo su atención del partido (aburrido, de todas formas) y miró fijo a Adrián, sonriendo:
- Che, ¿qué onda con la mina esa que estabas saliendo?
- ¿Tu hermana? -Replicó rápido Adrián
- Ja ja, boludo -Rió con ironía Pancho - En serio te digo, salame. ¿Cómo se llamaba? La rubia...
- Micaela se llama.
- ¡Esa! - Recordó Pancho - ¿Qué onda?
- Y... - Adrián se recostó sobre el respaldo de la silla - qué sé yo, loco. Me parece que la voy a largar a la mierda...
- ¿En serio? - Pancho parecía asombrado, pero se notaba que estaba actuando - Pero... ¡si está re fuerte!
- Sí, ya sé... es un avión... Pero, no sé, como que ya me cansó las pelotas.
- Ah... sí, a mí también me pasa eso - Pancho se solidarizó con Adrián - El otro día fui a bailar y me encaré a una mina loco, que no te miento, no era modelo porque tenía algo en la cabeza. No sabés, un lomazo, una carita de ángel, un pelo rubio lacio, hermosa.
- Aha -Pareció interesarse Adrián, a quien le gustaban esas historias
- No, pero no te la puedo describir, muy linda hermano, muy linda. Bué, la cuestión es que la veo, y ¡bam! me encantó. Y me la voy a chamuyar. Y me la ganó. Fuimos a casa, y así, casi sin charlar, me la comí en casa.
- ¡Qué sano es eso loco! - Sonreía Adrián
- Sí - Pancho le guiñó el ojo, y siguió - Pero al otro día, como que quería que se fuera rápido. La minita empezó con que quería abrazo, me preguntaba qué quería de desayuno... me hartó las bolas, como decís vos...
- ¿Viste Panchito? -Adrián se inclinó sobre la mesa - Son así loco, son hermosas cuando están lejos, pero vas, las chamuyas, te las comés, y después, son rompebolas al máximo.
- Pse... Después dicen que nosotros somos todos iguales
- Es que sí loco- Adrián golpeó con el puño la mesa, haciendo vibrar los vasos, y sobresaltando a Gastón, que estaba mirando por la ventana - Están todas cortadas por la misma tijera, hermano. Y, te digo más, mientras más lindas son, más rompebolas. ¿Sabés lo que me decía esta Micaela? Que yo la llamaba poco, que no le daba bola... ¡Ja! -volvió a pegar con el puño en la mesa - Yo le daba bola, loco... Si hasta la acompañaba hasta la parada del colectivo y todo...
- Y sí.. Lo mismo me decía Noelia a mí - Volvió al ataque Pancho - ¿Se acuerdan de Noelia? - Gastón y Adrián asintieron con sendos movimientos de cabeza - Esa también me decía que no la cuidaba, que no la llamaba lo suficiente. Y, en el fondo, lo que quería, era que sea al revés. Quería ella controlarme a mí.
- Claro, boludo - Afirmó Adrián repentinamente - A mí me pasa lo mismo. Y ¿querés que te diga por qué es? Porque saben que, con la facha tuya, o la parla mía, así de fácil como nos ganamos a ellas, nos ganamos a cualquiera. A mí, Adriana me volvía loco con que yo me quería chamuyar a su amiga, María
- Jajaja -Pancho largó una carcajada que hizo que dos o tres que pasaban por Santo Tomé se dieran vuelta a mirar para adentro de la cancha - ¡Y cómo querés que no te volviera loco, si te la terminaste comiendo a María!
- Sí, bueno - sonrió Adrián - Pero ella no lo sabía... je
- Jajaja. - Pancho y Adrián rieron también al unísono. Mientras, Gastón seguía mirando por la ventana, y sonreía amargamente, como pensando en otra cosa.
- Y sí - Pareció sentenciar Adrián, como para cerrar el tema - Te podés chamuyar a la mina que quiera, pero nunca va a dejar de, en el fondo, ser una rompebolas.
Rieron una vez más.
De repente, como si recién se percataran que Gastón estaba ahí, Pancho preguntó:
- ¿Y vos, Gordo? ¿Qué es de tu vida?
- Yo bien - Gastón volvió a mirar a sus compañeros de equipo - Sigo con el laburo, como siempre. Atendiendo cosas de mi casa, desde que me mudé, je. Y estoy saliendo con una piba también
- Mirá vos - Pancho golpeó el brazo de Adrián - ¡Se lo tenía callado el muy turro! Contá, che, contá ¿ya te empezó a romper las bolas con que no le prestás atención? - Y tanto él como Adrián rieron socarronamente - Mirá que a todos les llega ¿eh?
-No - dijo tajante Gastón, mirándolos serios - Ese es un problema que no tengo yo.
Pancho y Adrián se miraron como diciendo "No sabe lo que le espera", pero Gastón siguió hablando seriamente:
- Ese es un problema que no creo que vaya a tener, tampoco. Yo sí le presto atención. Porque a mí sí me interesa. Y ¿saben por qué? Porque, para mí, Alejandra (así se llama), era inalcanzable.
- ¿Cómo inalcanzable? - Se sorprendió Adrián - No hay minas inalcanzables, gordo...
- ¡Ja! - rió irónicamente por primera vez en la noche Gastón - Para ustedes no hay minas imposibles. Para vos -Señaló a Pancho - que tenés facha, y vos -ahora apuntaba a Adrián - que tenés esa labia. Pero para mí, Alejandra era inalcanzable, loco. La conocí hace como cinco años, o más. Y cuando la vi la primera vez, no pude creer lo linda que es. Y tan linda es, que no me animé ni a hablarle hasta como después de dos meses -Adrián y Pancho se miraron casi incrédulos- Y sí, boludos, no se miren así. Ustedes bien saben que yo no tengo ni facha, ni labia, ni nada. A mí me cuesta acercarme a una mina. Y más si es una mina como Ale... Bué, la cosa es que yo, cada día que la veo, no puedo creer que esté conmigo, ¿entendés? - el gordo lanzó la pregunta al aire, retóricamente - una mina así, con un perejil como yo. No se da todos los días, no se da. Y sin embargo, no me pregunten cómo, a mí se me dio. Entonces, yo agradezco a cuanto Dios se me ponga adelante porque esté conmigo. Porque ese es el problema de casi todos los chabones, y más para los que tienen facha, o labia -Ahora el gordo Gastón hablaba ensimismado, como si estuviera monologando frente a su espejo - El problema es que no creen que haya minas inalcanzables. Y es el peor error que podés tener. Creer que la mina que está a tu lado, no se puede ir. Para mí, por más que pasen los días, Ale es inalcanzable, no sé si me explico. No es que ya la tengo, sino que estoy ganándomela cada día. Entonces, lo mejor que puedo hacer, es dar lo mejor de mí. Ya les dije -Repitió- no tengo chamuyo. Y si lo tuviera, tampoco serviría, porque no te podés chamuyar a una mina todos los días. Tarde o temprano, terminás siendo vos. Y como yo soy así, feo, gordo, sin mucha opción para el chamuyo barato, siento que Ale es inalcanzable.
Pancho y Adrián se miraron una vez más, pero ahora serios. Como sopesando las palabras de Gastón, que volvió a mirar por la ventana y sonrió.
- Ahí viene - Dijo Gastón, que empezó a buscar en el bolso la billetera para pagar su parte de la gaseosa - Bueno gente, los dejo. - Y se levantó
Adrián y Pancho, aún serios, miraron hacia la puerta. Entraba una pelirroja alta, flaca, hermosa. Tácitamente, los dos sabían que esa mujer era mucho más que todas las que ellos habían "tenido" juntas. Se miraron, perplejos, y volvieron a ver hacia la puerta, para observar cómo Ale, la pelirroja impactante, sonreía y besaba apasionadamente al gordo.
Gastón habló un par de palabras con Alejandra y, antes de salir, se dio vuelta para hablar por última vez con sus amigos:
- Im-po-si-ble - Silabeó, guiñó el ojo, y sonrió -Nos vemos el martes gente.
Se dio vuelta y le abrió la puerta a su novia, mientras la sostenía suavemente de la cintura, y la guiaba hacia Santo Tomé.
Adentro, Pancho y Adrián volvieron a conversar sobre el partido de Audax y Gremio.
viernes, 20 de marzo de 2009
Las dos caras de la moneda
1 -) Viviana es una mujer hermosa. O quizá no, vaya uno a saber. Lo cierto es que los hombres mueren por ella. Sabe que a sus espaldas, cuando pasa contoneando sus curvas, deslizando sus largas piernas o ventilando esos vestidos que tan bien le marcan su cintura, los hombres hablan de ella.
Viviana -Vivi, para los más íntimos (que cada vez parecen ser más)- trabaja en un lugar en donde es el centro de atención. No es la única mujer, pero es la más llamativa.
Sabe bien dentro de sí, que puede conseguir lo que sea de los hombres; sin embargo, sólo un par de veces se aprovechó de esto para alguna cosa menor.
Y también sabe todo lo que se dice sin que ella lo escuche: esas historias vanas de sus supuestos amoríos con tal o cual.
Vivi es la más solicitada para hablar. En donde quiera que esté, las miradas, las palabras, los gestos ocultos que pretenden complicidad, todo está destinado a ella. Y ella deja hacer. Con cada uno que habla, ya sea un gerente o un cadete, ella demuestra un buen ánimo. Se permite hacer chistes, invitando muchísimas veces al doble sentido. Se deja elogiar la ropa, el pelo, el cuerpo.
Todo el mundo en la empresa sabe que ella tiene miles de hombres a sus pies. Y que, seguramente, su cama no huele dos veces al mismo aftershave.
2 -) Viviana sale de su empresa dejando besos en el aire y suspiros de parte de todos.
Sube a su auto y rumbea a su departamento, escuchando, seguramente, algo de Alanis Morissette, o de Madonna mientras maneja.
Llega a su departamento, que está completamente cerrado y a oscuras. Cansada de su trabajo de Diosa, deja su cartera en el sillón del living, y lleva los zapatos de taco a su dormitorio. Cuando sale de su cuarto, está en jogging, con una remera larga y algo raída por el tiempo, olvido del único hombre que supo estar a su lado y acompañarla.
Prende la televisión sin mirarla realmente, y va a la cocina. Hoy no hay gimnasio, pero tampoco hay ganas de cocinar. No para ella sola. Calienta agua, y en una taza grande se preparara una sopa instantánea -light- y vuelve al sillón, a sentarse con las piernas cruzadas al lado de su cartera.
No hay nada en el cable, y por eso pone un DVD de alguna vieja Temporada de Sex and the City.
Ríe un poco. Llora mucho más.
Cuando termina su cena, deja la taza en la bacha de la cocina. Tampoco hay ganas de lavar ahora.
Se quita el maquillaje y se lava sus dientes, mientras los pómulos se deshinchan después de haber llorado.
Se va a dormir, su cama está tan fría como su departamento.
Mañana, volverá a ser una Diosa. Por lo menos, de 9 a 5.
Viviana -Vivi, para los más íntimos (que cada vez parecen ser más)- trabaja en un lugar en donde es el centro de atención. No es la única mujer, pero es la más llamativa.
Sabe bien dentro de sí, que puede conseguir lo que sea de los hombres; sin embargo, sólo un par de veces se aprovechó de esto para alguna cosa menor.
Y también sabe todo lo que se dice sin que ella lo escuche: esas historias vanas de sus supuestos amoríos con tal o cual.
Vivi es la más solicitada para hablar. En donde quiera que esté, las miradas, las palabras, los gestos ocultos que pretenden complicidad, todo está destinado a ella. Y ella deja hacer. Con cada uno que habla, ya sea un gerente o un cadete, ella demuestra un buen ánimo. Se permite hacer chistes, invitando muchísimas veces al doble sentido. Se deja elogiar la ropa, el pelo, el cuerpo.
Todo el mundo en la empresa sabe que ella tiene miles de hombres a sus pies. Y que, seguramente, su cama no huele dos veces al mismo aftershave.
2 -) Viviana sale de su empresa dejando besos en el aire y suspiros de parte de todos.
Sube a su auto y rumbea a su departamento, escuchando, seguramente, algo de Alanis Morissette, o de Madonna mientras maneja.
Llega a su departamento, que está completamente cerrado y a oscuras. Cansada de su trabajo de Diosa, deja su cartera en el sillón del living, y lleva los zapatos de taco a su dormitorio. Cuando sale de su cuarto, está en jogging, con una remera larga y algo raída por el tiempo, olvido del único hombre que supo estar a su lado y acompañarla.
Prende la televisión sin mirarla realmente, y va a la cocina. Hoy no hay gimnasio, pero tampoco hay ganas de cocinar. No para ella sola. Calienta agua, y en una taza grande se preparara una sopa instantánea -light- y vuelve al sillón, a sentarse con las piernas cruzadas al lado de su cartera.
No hay nada en el cable, y por eso pone un DVD de alguna vieja Temporada de Sex and the City.
Ríe un poco. Llora mucho más.
Cuando termina su cena, deja la taza en la bacha de la cocina. Tampoco hay ganas de lavar ahora.
Se quita el maquillaje y se lava sus dientes, mientras los pómulos se deshinchan después de haber llorado.
Se va a dormir, su cama está tan fría como su departamento.
Mañana, volverá a ser una Diosa. Por lo menos, de 9 a 5.
jueves, 5 de febrero de 2009
Sin brújula
Como con los ojos vendados en una noche oscura; indefenso en la tormenta, rodeado de relámpagos y truenos. Con el piso temblando debajo de los pies, tambaleante como tantas otras veces antes.
Borracho de ignorancia, con la piel reseca sin los ríos de tu manos que la bañen. Sumergido en la indiferencia... apático.
Escuchando tu voz lejana en mis sueños de ayer, sintiendo que los centímetros que nos separan son leguas insalvables. Medio inclinado, torcido, anudado.
Ahogando los gritos en la oscuridad. Apareciendo y desaparencio para volverte a mí.
Mendigando un golpe, entregándome a la nada.
Así, y nada más que así.
Borracho de ignorancia, con la piel reseca sin los ríos de tu manos que la bañen. Sumergido en la indiferencia... apático.
Escuchando tu voz lejana en mis sueños de ayer, sintiendo que los centímetros que nos separan son leguas insalvables. Medio inclinado, torcido, anudado.
Ahogando los gritos en la oscuridad. Apareciendo y desaparencio para volverte a mí.
Mendigando un golpe, entregándome a la nada.
Así, y nada más que así.
viernes, 30 de enero de 2009
Minhistorias III
I.
El país X tiene, después de muchos años de funcionarios corruptos e inoperantes, un fuerte descrimiento de la política. Desde hace años, es una anarquía total, ya que nadie se presenta para los cargos públicos.
En ese contexto, el Señor Y decide una feliz mañana que él será la salvación de X, su querida tierra. Se pone en campaña, hace afiches, da discursos a quien quiera escuchar. Compra espacio en la televisión, la radio, los diarios. Está completamente convencido de su victoria, sobre todo porque es él el único candidato presidencial. Durante toda la campaña, corre solo, sin ningún adversario. Esto hace que su loca carrera pase a ser un simple trote primero, y luego una caminata rápida. No hay necesidad de apurarse, el triunfo es seguro.
El día de las elecciones, todo X se agolpa en las urnas, mientras Y observa desde su bunker cómo, seguramente, se gesta su poder. Tiene muchas ideas para mejorar el país, y hacer el bien a los habitantes.
Termina el horario de votación y comienza el conteo de votos. La champaña está esperándolo en el cubo con hielo. Todo es perfecto.
Se dan los resultados pasada la medianoche. La pantalla del televisor reza:
X....................... 48%
En Blanco........ 33%
Impugnados... 19%
Luego de pensarlo más de dos veces, X decide no presentarse al Ballotage. Seguramente perdería en las urnas contra los votos en blanco.
II.
El fin del mundo se aproximaba. Todos los grandes videntes del planeta, por primera vez coincidian con todos los análisis estadísticos y científicos que se habían realizado. Las religiones se habían puesto de acuerdo en sus plegarias. Las guerras, al no tener sentido, se habían detenido. El mundo tenía una calma nunca antes vista. Los programas de televisión, las historias que se contaban boca-a-boca, todo, completamente, era para unir a las familias, a los seres queridos antes del final.
La hora del fin del mundo se habia predicho, y comprobado científicamente, para ese día, a las 23.42 Hs. Todos los habitantes del planeta, sin distinción de razas, creencias políticas, nacionalidades ni ningún otro tipo, estaban en los campos, en las plazas, en cualquier lugar abierto. Las ciudades parecían vacías, sin vida, mientras que afuera toda la gente esperaba su final.
A las 23.40, Dios, entre divertido y asombrado, decidío que luego de miles de años de silencio, era hora de hablar. Sí, ahora, dos minutos antes del fin, el que había creado todo se decidía a romper el silencio.
Se presentó ante el mundo, bajo la mirada incrédula de cada ser, y habló: "ahora que están a un minuto y medio del fin, recién ahora, que ya todos saben que no vale la pena hacer nada, porque todo se acaba, son completamente hermanos, felices y despreocupados. El fin del mundo, tal como uds saben, se acaba en menos de un minuto... Sin embargo, decidí, como única vez, darles una oportunidad más. Cada uno de ustedes es mejor persona, los países ya no pelean, y están unidos. El fin del mundo no ocurrirá, ya que son un planeta mejor". Y se retiró a silencio nuevamente.
III.
- Hola
- Hola
- Te amo
- Yo también
- ¿Por qué no nos habíamos hablado antes entonces?
- Yo no me animaba, quería que me hables primero
- Yo pensaba lo mismo
- ¿Ahora es tarde?
- No sé... ¿Vos que decís?
- Que te amo
- Entonces, no. No es tarde.
- Sólo fuimos tímidos, ¿no?
- Sí, y medio tontos...
IV.
Al día siguiente del mensaje de Dios, el mundo retomó lentamente su marcha. Las ciudades volvieron a poblarse, y el campo fue dejándose de lado.
Cada religión volvió a sus prédicas individuales, aunque con una fuerza mucho mayor después de demostrarse la existencia de Dios.
Los países entraron en guerra nuevamente. Guerras santas, guerras por combustible, guerras por el simple hecho de pelear.
Dios apagó la luz. El fin del mundo llegó 3 días después de su mensaje a la humanidad. Y ya no volvió a experimentar con hombres.
El país X tiene, después de muchos años de funcionarios corruptos e inoperantes, un fuerte descrimiento de la política. Desde hace años, es una anarquía total, ya que nadie se presenta para los cargos públicos.
En ese contexto, el Señor Y decide una feliz mañana que él será la salvación de X, su querida tierra. Se pone en campaña, hace afiches, da discursos a quien quiera escuchar. Compra espacio en la televisión, la radio, los diarios. Está completamente convencido de su victoria, sobre todo porque es él el único candidato presidencial. Durante toda la campaña, corre solo, sin ningún adversario. Esto hace que su loca carrera pase a ser un simple trote primero, y luego una caminata rápida. No hay necesidad de apurarse, el triunfo es seguro.
El día de las elecciones, todo X se agolpa en las urnas, mientras Y observa desde su bunker cómo, seguramente, se gesta su poder. Tiene muchas ideas para mejorar el país, y hacer el bien a los habitantes.
Termina el horario de votación y comienza el conteo de votos. La champaña está esperándolo en el cubo con hielo. Todo es perfecto.
Se dan los resultados pasada la medianoche. La pantalla del televisor reza:
X....................... 48%
En Blanco........ 33%
Impugnados... 19%
Luego de pensarlo más de dos veces, X decide no presentarse al Ballotage. Seguramente perdería en las urnas contra los votos en blanco.
II.
El fin del mundo se aproximaba. Todos los grandes videntes del planeta, por primera vez coincidian con todos los análisis estadísticos y científicos que se habían realizado. Las religiones se habían puesto de acuerdo en sus plegarias. Las guerras, al no tener sentido, se habían detenido. El mundo tenía una calma nunca antes vista. Los programas de televisión, las historias que se contaban boca-a-boca, todo, completamente, era para unir a las familias, a los seres queridos antes del final.
La hora del fin del mundo se habia predicho, y comprobado científicamente, para ese día, a las 23.42 Hs. Todos los habitantes del planeta, sin distinción de razas, creencias políticas, nacionalidades ni ningún otro tipo, estaban en los campos, en las plazas, en cualquier lugar abierto. Las ciudades parecían vacías, sin vida, mientras que afuera toda la gente esperaba su final.
A las 23.40, Dios, entre divertido y asombrado, decidío que luego de miles de años de silencio, era hora de hablar. Sí, ahora, dos minutos antes del fin, el que había creado todo se decidía a romper el silencio.
Se presentó ante el mundo, bajo la mirada incrédula de cada ser, y habló: "ahora que están a un minuto y medio del fin, recién ahora, que ya todos saben que no vale la pena hacer nada, porque todo se acaba, son completamente hermanos, felices y despreocupados. El fin del mundo, tal como uds saben, se acaba en menos de un minuto... Sin embargo, decidí, como única vez, darles una oportunidad más. Cada uno de ustedes es mejor persona, los países ya no pelean, y están unidos. El fin del mundo no ocurrirá, ya que son un planeta mejor". Y se retiró a silencio nuevamente.
III.
- Hola
- Hola
- Te amo
- Yo también
- ¿Por qué no nos habíamos hablado antes entonces?
- Yo no me animaba, quería que me hables primero
- Yo pensaba lo mismo
- ¿Ahora es tarde?
- No sé... ¿Vos que decís?
- Que te amo
- Entonces, no. No es tarde.
- Sólo fuimos tímidos, ¿no?
- Sí, y medio tontos...
IV.
Al día siguiente del mensaje de Dios, el mundo retomó lentamente su marcha. Las ciudades volvieron a poblarse, y el campo fue dejándose de lado.
Cada religión volvió a sus prédicas individuales, aunque con una fuerza mucho mayor después de demostrarse la existencia de Dios.
Los países entraron en guerra nuevamente. Guerras santas, guerras por combustible, guerras por el simple hecho de pelear.
Dios apagó la luz. El fin del mundo llegó 3 días después de su mensaje a la humanidad. Y ya no volvió a experimentar con hombres.
miércoles, 28 de enero de 2009
Algo...
Observar el tiempo con algo de tristeza en los ojos,
saborear el olor del ocaso tanto como el de la aurora
perder la noción de las sombras en las luces de hoy
como si el sol no sonara tan alto
Mirar, reproducir, apretar con fuerzas.
Elevar la vista más allá de nuestros párpados
creer en esa fuerza invisible
respirar
Chasquear la lengua después del golpe
reponerse, evitar, generar.
Jugar con imágenes plasmadas en palabras
y volver a ser yo
saborear el olor del ocaso tanto como el de la aurora
perder la noción de las sombras en las luces de hoy
como si el sol no sonara tan alto
Mirar, reproducir, apretar con fuerzas.
Elevar la vista más allá de nuestros párpados
creer en esa fuerza invisible
respirar
Chasquear la lengua después del golpe
reponerse, evitar, generar.
Jugar con imágenes plasmadas en palabras
y volver a ser yo
viernes, 9 de enero de 2009
Pregunta del día N°21
¿Para qué la gente se compra el "manos libres" para el celular, si después por la calle van agarrando el micrófono y acercándoselo a la boca para que del otro lado escuchen mejor? Digo yo: ¿No es lo mismo, en ese caso, ir con el celular en lugar del "manos libres"?
Porque yendo así, las manos las tenés ocupadas igual...
Bah... me parece
Porque yendo así, las manos las tenés ocupadas igual...
Bah... me parece
viernes, 2 de enero de 2009
Lienzo en blanco
- Estás muy linda hoy ¿Sabías?
- No. Hoy estoy así nomás
- Por eso, estás hermosa
- ¡Pero te digo que no! Si no me pude ni maquillar...
- Ya sé. Precisamente. A mí me gustás vos, no el maquillaje...
- No. Hoy estoy así nomás
- Por eso, estás hermosa
- ¡Pero te digo que no! Si no me pude ni maquillar...
- Ya sé. Precisamente. A mí me gustás vos, no el maquillaje...
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