Adrián fue el último en salir de los vestuarios. Siempre era el que más tardaba, debido a todas las cremas que solía ponerse después de ducharse. En el bar de la cancha, sentados en la misma mesa de siempre, pegada a la ventana que daba sobre Santo Tomé, lo estaban esperando Pancho y Gastón. El primero, miraba con poco interés el partido entre Audax Italiano y Gremio en la televisión; el segundo miraba alternadamente su vaso de coca y la ventana, como con cierta impaciencia.
Adrián se sentó en la silla que quedaba. Tuti y El gallo se habían ido ya, y sólo quedaban ellos tres después del partido.
- Qué buen partido, loco - Dijo Adrián mientras se servía él también un vaso de coca -Menos mal que les ganamos, porque esos muertos sí que no juegan a nada.
- Sí - Contestó Pancho sin dejar de mirar la tele - Decí que éste se atajó la vida, porque al principio se puso complicada la cosa
- ¡Tenés razón! Qué grande gordo - Reconoció Adrián dándole un golpecito en el hombro a Gastón- Parece que te compraste las manos al final...
Gastón sonrió apenas, como dando a entender que él siempre atajaba igual.
Adrián y Pancho tomaron gaseosa casi al mismo tiempo, como si hubiera un acuerdo tácito acerca de cómo se debía tomar, y cuándo. Cuando volvieron a dejar los brazos sobre la mesa, el tema del partido recién ganado había quedado atrás. Entonces, fue Pancho el que distrajo su atención del partido (aburrido, de todas formas) y miró fijo a Adrián, sonriendo:
- Che, ¿qué onda con la mina esa que estabas saliendo?
- ¿Tu hermana? -Replicó rápido Adrián
- Ja ja, boludo -Rió con ironía Pancho - En serio te digo, salame. ¿Cómo se llamaba? La rubia...
- Micaela se llama.
- ¡Esa! - Recordó Pancho - ¿Qué onda?
- Y... - Adrián se recostó sobre el respaldo de la silla - qué sé yo, loco. Me parece que la voy a largar a la mierda...
- ¿En serio? - Pancho parecía asombrado, pero se notaba que estaba actuando - Pero... ¡si está re fuerte!
- Sí, ya sé... es un avión... Pero, no sé, como que ya me cansó las pelotas.
- Ah... sí, a mí también me pasa eso - Pancho se solidarizó con Adrián - El otro día fui a bailar y me encaré a una mina loco, que no te miento, no era modelo porque tenía algo en la cabeza. No sabés, un lomazo, una carita de ángel, un pelo rubio lacio, hermosa.
- Aha -Pareció interesarse Adrián, a quien le gustaban esas historias
- No, pero no te la puedo describir, muy linda hermano, muy linda. Bué, la cuestión es que la veo, y ¡bam! me encantó. Y me la voy a chamuyar. Y me la ganó. Fuimos a casa, y así, casi sin charlar, me la comí en casa.
- ¡Qué sano es eso loco! - Sonreía Adrián
- Sí - Pancho le guiñó el ojo, y siguió - Pero al otro día, como que quería que se fuera rápido. La minita empezó con que quería abrazo, me preguntaba qué quería de desayuno... me hartó las bolas, como decís vos...
- ¿Viste Panchito? -Adrián se inclinó sobre la mesa - Son así loco, son hermosas cuando están lejos, pero vas, las chamuyas, te las comés, y después, son rompebolas al máximo.
- Pse... Después dicen que nosotros somos todos iguales
- Es que sí loco- Adrián golpeó con el puño la mesa, haciendo vibrar los vasos, y sobresaltando a Gastón, que estaba mirando por la ventana - Están todas cortadas por la misma tijera, hermano. Y, te digo más, mientras más lindas son, más rompebolas. ¿Sabés lo que me decía esta Micaela? Que yo la llamaba poco, que no le daba bola... ¡Ja! -volvió a pegar con el puño en la mesa - Yo le daba bola, loco... Si hasta la acompañaba hasta la parada del colectivo y todo...
- Y sí.. Lo mismo me decía Noelia a mí - Volvió al ataque Pancho - ¿Se acuerdan de Noelia? - Gastón y Adrián asintieron con sendos movimientos de cabeza - Esa también me decía que no la cuidaba, que no la llamaba lo suficiente. Y, en el fondo, lo que quería, era que sea al revés. Quería ella controlarme a mí.
- Claro, boludo - Afirmó Adrián repentinamente - A mí me pasa lo mismo. Y ¿querés que te diga por qué es? Porque saben que, con la facha tuya, o la parla mía, así de fácil como nos ganamos a ellas, nos ganamos a cualquiera. A mí, Adriana me volvía loco con que yo me quería chamuyar a su amiga, María
- Jajaja -Pancho largó una carcajada que hizo que dos o tres que pasaban por Santo Tomé se dieran vuelta a mirar para adentro de la cancha - ¡Y cómo querés que no te volviera loco, si te la terminaste comiendo a María!
- Sí, bueno - sonrió Adrián - Pero ella no lo sabía... je
- Jajaja. - Pancho y Adrián rieron también al unísono. Mientras, Gastón seguía mirando por la ventana, y sonreía amargamente, como pensando en otra cosa.
- Y sí - Pareció sentenciar Adrián, como para cerrar el tema - Te podés chamuyar a la mina que quiera, pero nunca va a dejar de, en el fondo, ser una rompebolas.
Rieron una vez más.
De repente, como si recién se percataran que Gastón estaba ahí, Pancho preguntó:
- ¿Y vos, Gordo? ¿Qué es de tu vida?
- Yo bien - Gastón volvió a mirar a sus compañeros de equipo - Sigo con el laburo, como siempre. Atendiendo cosas de mi casa, desde que me mudé, je. Y estoy saliendo con una piba también
- Mirá vos - Pancho golpeó el brazo de Adrián - ¡Se lo tenía callado el muy turro! Contá, che, contá ¿ya te empezó a romper las bolas con que no le prestás atención? - Y tanto él como Adrián rieron socarronamente - Mirá que a todos les llega ¿eh?
-No - dijo tajante Gastón, mirándolos serios - Ese es un problema que no tengo yo.
Pancho y Adrián se miraron como diciendo "No sabe lo que le espera", pero Gastón siguió hablando seriamente:
- Ese es un problema que no creo que vaya a tener, tampoco. Yo sí le presto atención. Porque a mí sí me interesa. Y ¿saben por qué? Porque, para mí, Alejandra (así se llama), era inalcanzable.
- ¿Cómo inalcanzable? - Se sorprendió Adrián - No hay minas inalcanzables, gordo...
- ¡Ja! - rió irónicamente por primera vez en la noche Gastón - Para ustedes no hay minas imposibles. Para vos -Señaló a Pancho - que tenés facha, y vos -ahora apuntaba a Adrián - que tenés esa labia. Pero para mí, Alejandra era inalcanzable, loco. La conocí hace como cinco años, o más. Y cuando la vi la primera vez, no pude creer lo linda que es. Y tan linda es, que no me animé ni a hablarle hasta como después de dos meses -Adrián y Pancho se miraron casi incrédulos- Y sí, boludos, no se miren así. Ustedes bien saben que yo no tengo ni facha, ni labia, ni nada. A mí me cuesta acercarme a una mina. Y más si es una mina como Ale... Bué, la cosa es que yo, cada día que la veo, no puedo creer que esté conmigo, ¿entendés? - el gordo lanzó la pregunta al aire, retóricamente - una mina así, con un perejil como yo. No se da todos los días, no se da. Y sin embargo, no me pregunten cómo, a mí se me dio. Entonces, yo agradezco a cuanto Dios se me ponga adelante porque esté conmigo. Porque ese es el problema de casi todos los chabones, y más para los que tienen facha, o labia -Ahora el gordo Gastón hablaba ensimismado, como si estuviera monologando frente a su espejo - El problema es que no creen que haya minas inalcanzables. Y es el peor error que podés tener. Creer que la mina que está a tu lado, no se puede ir. Para mí, por más que pasen los días, Ale es inalcanzable, no sé si me explico. No es que ya la tengo, sino que estoy ganándomela cada día. Entonces, lo mejor que puedo hacer, es dar lo mejor de mí. Ya les dije -Repitió- no tengo chamuyo. Y si lo tuviera, tampoco serviría, porque no te podés chamuyar a una mina todos los días. Tarde o temprano, terminás siendo vos. Y como yo soy así, feo, gordo, sin mucha opción para el chamuyo barato, siento que Ale es inalcanzable.
Pancho y Adrián se miraron una vez más, pero ahora serios. Como sopesando las palabras de Gastón, que volvió a mirar por la ventana y sonrió.
- Ahí viene - Dijo Gastón, que empezó a buscar en el bolso la billetera para pagar su parte de la gaseosa - Bueno gente, los dejo. - Y se levantó
Adrián y Pancho, aún serios, miraron hacia la puerta. Entraba una pelirroja alta, flaca, hermosa. Tácitamente, los dos sabían que esa mujer era mucho más que todas las que ellos habían "tenido" juntas. Se miraron, perplejos, y volvieron a ver hacia la puerta, para observar cómo Ale, la pelirroja impactante, sonreía y besaba apasionadamente al gordo.
Gastón habló un par de palabras con Alejandra y, antes de salir, se dio vuelta para hablar por última vez con sus amigos:
- Im-po-si-ble - Silabeó, guiñó el ojo, y sonrió -Nos vemos el martes gente.
Se dio vuelta y le abrió la puerta a su novia, mientras la sostenía suavemente de la cintura, y la guiaba hacia Santo Tomé.
Adentro, Pancho y Adrián volvieron a conversar sobre el partido de Audax y Gremio.
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