miércoles, 12 de diciembre de 2007

Ahora sí, Julia! Por fin...

Promediaba la clase de Lingüística allá por el 2004. Si hay una materia de la que no entendí ni Jota (justo yo, queriendo estudiar letras), esa materia era Lingüística.
Recuerdo estar en el salón de actos de la facultad, atestado de gente, un sábado, pasado el mediodía y con mucho calor.
Entre la somnoliencia que viene después de comer, y lo sedante que es escuchar (sin entender) a alguien hablando de gente que uno no conocía hasta ese momento, se me filtró una frase.
La profesora hablaba de una tal Julia Kristeva. Al parecer, la tipa es importante, porque ya llevaban disertando sobre ella casi una hora... cuando de pronto, escucho lo siguiente:
"...(ruido de fondo)... por eso, según Kristeva, el autor sólo puede escribir algo de buena calidad estando muerto. Sólo con el autor muerto la obra vale la pena; por eso las épocas de guerras o de crisis son las mejores para las obras artísticas..."
¿qué? ¿Cómo? ¡¡¡¿Cómo es eso de que alguien muerto escribe?!!!
Fue el pie para que me vaya. Junté mis cosas, me paré y, todavía con eso dando vueltas en mi aturdida y desconcertada cabeza, me fui del salón.
Evidentemente, dejé la materia, aún con buenas notas en los parciales sin entenderlos.

Pero es recién ahora, tres años después y en otro estadío de mi vida, que la entiendo.
Estoy más vivo que nunca. Y no puedo escribir. Tengo a mi amor, a la mujer que siempre quise, y no puedo escribirle. Es mucho más fácil hablar de cualquier cosa cuando eso nos falta. Es de mucha mejor calidad un poema al amor imposible.
Y de ahí, parto hacia todos los aspectos de mi vida. Porque el amor es el eje central de cualquier existencia. Sin amor uno, simplemente, no es. Sin amor, uno está muerto...

Por eso, te pido perdón Julia. Tardé en descubrirlo. Para eso, tuvo que venir la persona indicada y hacerme renacer.

Espero nunca volver a escribir algo bueno... prefiero seguir viviendo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me alegro que no puedas escribir, pero buscale la vuelta que necesitamos tus palabras, esas que algún día nos podrán salvar de la mediocridad.
Coqi