¿No es muuuuuy raro que, contando con todos los avances tecnológicos que hoy en día existen en el campo del video y la fotografía, todavía sigamos preguntándonos si esa cosita borrosa que se ve ahí, en la tele, es un OVNI o no?
De ver un OVNI en el cielo, ¿no es más probable que se pueda obtener una imagen fidedigna que "eso" que se ve siempre?
Digo...
miércoles, 26 de noviembre de 2008
Es cato, Lógico (o hablando Cagastellano)
Estaba pensando hace unos días en la escatológica forma en que usamos nuestro idioma. Sobre todo los argentinos, solemos hablar con muchos modismos ligados a nuestras deposiciones. Hay dos ramas bastante bien marcadas, que se juntan en algunos puntos. Son el verbo Cagar y el sustantivo Mierda. Veamos:
Cagar...
En Argentina, te podés ir a cagar, si te quieren decir que no sos creible.
O podés traicionar a alguien, cagándolo. Como por ejemplo a tu novia. No la engañaste con otra, sino que la cagaste con otra.
Si algo sale mal, o es de mala calidad, es una cagada.
Si te van a pegar, te van a cagar a palos.
Si sos cobarde, sos un cagón. Si te asustás, te cagás todo, y si te asustás mucho, te cagás en las patas.
Si hacés algo muy mal, cagaste la fruta.
Ser un Garca (cagar, dicho "al revés") nunca va a ser algo bueno.
La mejor de todas, desde mi punto de vista, es retar a alguien. Por supuesto que ahí, lo cagás a pedos (fantástica imágen).
Si alguien no te interesa en lo más mínimo, te cagás en él. O si te enojás, hasta te podés Cagar en Dios.
Si estás apurado, salís cagando. Y más apurado aún, salís cagando aceite. Y si "despachás" a alguien, lo sacás cagando.
Mierda...
La mierda toma, también, muchísimos significados.
Si te vas lejos, o si hiciste algo muy feo, te fuiste a la mierda.
Si algo, es una cagada (ver arriba) a la vez es una mierda. Lo mismo una persona con maldad, es una persona de mierda.
Tener mierda en la cabeza, es ser bastante estúpido.
Si no te quieren más te mandan a la mierda.
Si te lastimás, te hacés mierda.
Ante la duda, jamás preguntaremos algo diferente a ¿Qué mierda pasó?
Si te cortaste el pelo, te teñiste, te hiciste algún cambio muy radical, te van a preguntar, seguro, qué mierda te hiciste.
Si alguien empieza a decir cosas sobre muchas personas a índole de salvarse él acusando a los demás, empieza a Revolear mierda para todos lados.
Qué mierda... ya no se me ocurren más. ¿Algún aporte a esta cagada de Post?
Cagar...
En Argentina, te podés ir a cagar, si te quieren decir que no sos creible.
O podés traicionar a alguien, cagándolo. Como por ejemplo a tu novia. No la engañaste con otra, sino que la cagaste con otra.
Si algo sale mal, o es de mala calidad, es una cagada.
Si te van a pegar, te van a cagar a palos.
Si sos cobarde, sos un cagón. Si te asustás, te cagás todo, y si te asustás mucho, te cagás en las patas.
Si hacés algo muy mal, cagaste la fruta.
Ser un Garca (cagar, dicho "al revés") nunca va a ser algo bueno.
La mejor de todas, desde mi punto de vista, es retar a alguien. Por supuesto que ahí, lo cagás a pedos (fantástica imágen).
Si alguien no te interesa en lo más mínimo, te cagás en él. O si te enojás, hasta te podés Cagar en Dios.
Si estás apurado, salís cagando. Y más apurado aún, salís cagando aceite. Y si "despachás" a alguien, lo sacás cagando.
Mierda...
La mierda toma, también, muchísimos significados.
Si te vas lejos, o si hiciste algo muy feo, te fuiste a la mierda.
Si algo, es una cagada (ver arriba) a la vez es una mierda. Lo mismo una persona con maldad, es una persona de mierda.
Tener mierda en la cabeza, es ser bastante estúpido.
Si no te quieren más te mandan a la mierda.
Si te lastimás, te hacés mierda.
Ante la duda, jamás preguntaremos algo diferente a ¿Qué mierda pasó?
Si te cortaste el pelo, te teñiste, te hiciste algún cambio muy radical, te van a preguntar, seguro, qué mierda te hiciste.
Si alguien empieza a decir cosas sobre muchas personas a índole de salvarse él acusando a los demás, empieza a Revolear mierda para todos lados.
Qué mierda... ya no se me ocurren más. ¿Algún aporte a esta cagada de Post?
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miércoles, 19 de noviembre de 2008
El beso de un fantasma
¿Cómo se hace para despegarse de de esta piel? ¿Cómo se puede dejar de ser uno mismo, para no ser nada al mismo tiempo? ¿Cómo es el proceso por el cuál uno puede dejar de preocuparse por uno mismo, para simplemente preocuparse por nada?
Atado, como tantas otras veces. El corazón hecho un nudo, la boca como una línea blanca, la mirada perdida (y no tanto) y la garganta imposibiiltada de hablar. Me arrodillo ante el estado de ánimo, me dejo abrazar por esas cosas intangibles. Miro, pero no veo.
Apenas si escucho algunas voces a lo lejos. Ya no quiero ser yo. O mejor, sí, pero distinto.
Veo los ríos de mis manos desembocando en la nada. Escucho los latidos asincopados de mi corazón (oh, mi corazón).
Aprieto mucho las manos. Los nudillos se ponen blancos una vez más. Pateo al cielo, escupo mi bronca. Y sin embargo, todo eso acá, en el medio del pecho, se avalancha contra lo que dejo de ser.
Lloran los ojos, la piel siente frío. El calor no llega, ni siquiera en estos momentos. El precio de la felicidad, quizá sea resignar la soledad. De ser así, tal vez el calor vuelva algún día.
Me miro al espejo. Siento haber recorrido miles de kilómetros, miles de viajes, aún a sabiendas de que no me he movido en mi vida. Estoy cansado, desganado. Soy apenas una sombra.
Tengo sed, una sed que el agua no sacía. Vacuo como estoy, quizá sea mejor así.
Me arrugo el rostro, caigo, bartoleo mi suerte.
Resigno... ¿qué más se puede hacer?
Atado, como tantas otras veces. El corazón hecho un nudo, la boca como una línea blanca, la mirada perdida (y no tanto) y la garganta imposibiiltada de hablar. Me arrodillo ante el estado de ánimo, me dejo abrazar por esas cosas intangibles. Miro, pero no veo.
Apenas si escucho algunas voces a lo lejos. Ya no quiero ser yo. O mejor, sí, pero distinto.
Veo los ríos de mis manos desembocando en la nada. Escucho los latidos asincopados de mi corazón (oh, mi corazón).
Aprieto mucho las manos. Los nudillos se ponen blancos una vez más. Pateo al cielo, escupo mi bronca. Y sin embargo, todo eso acá, en el medio del pecho, se avalancha contra lo que dejo de ser.
Lloran los ojos, la piel siente frío. El calor no llega, ni siquiera en estos momentos. El precio de la felicidad, quizá sea resignar la soledad. De ser así, tal vez el calor vuelva algún día.
Me miro al espejo. Siento haber recorrido miles de kilómetros, miles de viajes, aún a sabiendas de que no me he movido en mi vida. Estoy cansado, desganado. Soy apenas una sombra.
Tengo sed, una sed que el agua no sacía. Vacuo como estoy, quizá sea mejor así.
Me arrugo el rostro, caigo, bartoleo mi suerte.
Resigno... ¿qué más se puede hacer?
jueves, 13 de noviembre de 2008
Minhistorias II
I
Ese día había llovido más que de costumbre. Mientras caminaba sola por una calle vacía, Miranda rezongaba contra ella misma por no haber llevado el paraguas desde la mañana. Sin embargo, no hubiera servido de mucho (y ella lo sabía), ya que el viento se lo habría volado, y de todas formas se habría mojado.
Pero Miranda rezongaba. Era la mejor manera de sacarse la bronca, y el miedo. Apretada contra su abultado pecho, su cartera parecía latir dos veces más rápido que su propio corazón. El rimmel que había usado la noche anterior (ese que tanto le gustaba porque dejaba en evidencia sus hermosos ojos verdes) estaba ahora deslizándose mejillas abajo dejando surcos en un rostro nervioso.
Había sido inevitable. Ella, la mejor puta de todas, se había cansado al fin. Todos tenemos un límite: algunos explotan, otros implotan. Algunos tienen la necesidad de llorar, otros, de romper cosas.
Miranda (nombre de guerra sacado de vaya uno a saber qué película) había optado por la última opción. Maceró sus miedos y sus penas durante el coito. Y al final, rompió...
Él ahora estaba tirado en la cama, y no lo encontrarían hasta un par de días después, donde sería noticia en todos los suplementos policiales del país. La sangre debería estar enfriándose ya.
Sin embargo, Miranda seguía caminando como si nada. Rezongando por no haber llevado paraguas que la protegiera. Como nunca la habían protegido.
II
Había días en los que a Julián le gsutaba pintar cuadros desde la terraza de su casa. En esos días, el poder de la pintura se apoderaba de él. Hoy es uno de esos días. Julían es un buen pintor, a pesar de pintar con crayones. El suele llamar a sus obras con nombres tontos, casi infantiles. Pero la de hoy es una verdadera obra maestra. Pinta rápido, con trazos seguros, como si estuviera realmente poseído. Lentamente, veo que en el lienzo, hace unos minutos en blanco, se empieza a dibujar la ciudad, tal cual se ve desde la terraza de Julián. Si no me equivoco, es la primera vez que no pinta algo abstracto. Sin embargo, lo raro es que la pintura está tomada desde un punto de vista situado detrás de Julián. Es más, está dibujando ahora su atril, y como una mamushka, el mismo dibujo reproducido en miniatura. Dibuja su espalda, pero deja su rostro para el final, como si todavía no supiera qué expresión tiene.
Ahora, lentamente, está dibujando una sombra. No es SU sombra, como podría pensarse. Es una sombra de alguien que está detrás de él. Es MI sombra. Recién ahora noto el peso del martillo en mi mano, a medida que Julián lo pinta en color negro en su lienzo.
Por fin, Julián dibuja su rostro. Tiene la cabeza mirando hacia atrás. Contemplo la exactitud con la que dibuja su propio miedo, su propio terror y su propia sorpresa. Es una lástima que la pintura se salpique segundos después del golpe del martillo.
III
El rey se siente solo. Todos sus cortesanos se han ido, paulatinamente, de su reino. Su ejercito salió hace años ya, a una guerra inútil por una cuestión de centavos. Por eso ahora, en su inmenso palacio, el rey se siente solo.
Recorre todos los días sus infinitas habitaciones, se pone sus mejores ropas, toma en sus mejores copas. Da fiestas para nadie, se pelea con su sombra. Discute con sus miles de espejos que le devuelven la imagen de un rey que no es ni la mitad del rey que era. Claro, ahora está solo.
De haberlo sabido antes, su reinado hubiera sido diferente. Pero su orgullo lo llevó a la soberbia, y la soberbia devino en crueldad. Y eso lo convirtió en un déspota ineludible.
Por eso, su reino se fue vaciando frente a sus ojos. Ya sin su ejército, hasta su guardia personal lo abandonó. Luego sus sirvientes, sus lacayos. Sus esclavos fueron liberados por los cortesanos. Y su pueblo se cansó de cansarse y se fue a otro reino.
Y ahora el rey se siente solo. Y un rey solo es un rey de nada.
IV
El logro más grande de los sabios de nuestra era, es que lograron reinventar la felicidad.
Nuestro pueblo la había olvidado. Y, generación tras generación, los padres le inculcaron a sus hijos la cultura de la tristeza. Por lo tanto, tras la muerte del último hombre feliz, hace 335 años ya, el pueblo olvidó las risas, el gobierno abolió los chistes, la iglesia consideró como pecado capital la risa, y los abogados se volvieron inmensamente más ricos.
Pero ahora, los sabios y los científicos descubrieron la forma para hacer feliz nuevamente a la gente.
Por supuesto, sólo los que son inmensamente ricos pueden acceder a esto. Los pobres vamos a seguir estando tristes. Hasta que la alegría ya no valga nada.
Y ahí, la alegría no va a ser tan interesante.
V
El día menos pensado, el mundo explotó a la mierda.
Y no hubo nadie que nos avisara.
Ese día había llovido más que de costumbre. Mientras caminaba sola por una calle vacía, Miranda rezongaba contra ella misma por no haber llevado el paraguas desde la mañana. Sin embargo, no hubiera servido de mucho (y ella lo sabía), ya que el viento se lo habría volado, y de todas formas se habría mojado.
Pero Miranda rezongaba. Era la mejor manera de sacarse la bronca, y el miedo. Apretada contra su abultado pecho, su cartera parecía latir dos veces más rápido que su propio corazón. El rimmel que había usado la noche anterior (ese que tanto le gustaba porque dejaba en evidencia sus hermosos ojos verdes) estaba ahora deslizándose mejillas abajo dejando surcos en un rostro nervioso.
Había sido inevitable. Ella, la mejor puta de todas, se había cansado al fin. Todos tenemos un límite: algunos explotan, otros implotan. Algunos tienen la necesidad de llorar, otros, de romper cosas.
Miranda (nombre de guerra sacado de vaya uno a saber qué película) había optado por la última opción. Maceró sus miedos y sus penas durante el coito. Y al final, rompió...
Él ahora estaba tirado en la cama, y no lo encontrarían hasta un par de días después, donde sería noticia en todos los suplementos policiales del país. La sangre debería estar enfriándose ya.
Sin embargo, Miranda seguía caminando como si nada. Rezongando por no haber llevado paraguas que la protegiera. Como nunca la habían protegido.
II
Había días en los que a Julián le gsutaba pintar cuadros desde la terraza de su casa. En esos días, el poder de la pintura se apoderaba de él. Hoy es uno de esos días. Julían es un buen pintor, a pesar de pintar con crayones. El suele llamar a sus obras con nombres tontos, casi infantiles. Pero la de hoy es una verdadera obra maestra. Pinta rápido, con trazos seguros, como si estuviera realmente poseído. Lentamente, veo que en el lienzo, hace unos minutos en blanco, se empieza a dibujar la ciudad, tal cual se ve desde la terraza de Julián. Si no me equivoco, es la primera vez que no pinta algo abstracto. Sin embargo, lo raro es que la pintura está tomada desde un punto de vista situado detrás de Julián. Es más, está dibujando ahora su atril, y como una mamushka, el mismo dibujo reproducido en miniatura. Dibuja su espalda, pero deja su rostro para el final, como si todavía no supiera qué expresión tiene.
Ahora, lentamente, está dibujando una sombra. No es SU sombra, como podría pensarse. Es una sombra de alguien que está detrás de él. Es MI sombra. Recién ahora noto el peso del martillo en mi mano, a medida que Julián lo pinta en color negro en su lienzo.
Por fin, Julián dibuja su rostro. Tiene la cabeza mirando hacia atrás. Contemplo la exactitud con la que dibuja su propio miedo, su propio terror y su propia sorpresa. Es una lástima que la pintura se salpique segundos después del golpe del martillo.
III
El rey se siente solo. Todos sus cortesanos se han ido, paulatinamente, de su reino. Su ejercito salió hace años ya, a una guerra inútil por una cuestión de centavos. Por eso ahora, en su inmenso palacio, el rey se siente solo.
Recorre todos los días sus infinitas habitaciones, se pone sus mejores ropas, toma en sus mejores copas. Da fiestas para nadie, se pelea con su sombra. Discute con sus miles de espejos que le devuelven la imagen de un rey que no es ni la mitad del rey que era. Claro, ahora está solo.
De haberlo sabido antes, su reinado hubiera sido diferente. Pero su orgullo lo llevó a la soberbia, y la soberbia devino en crueldad. Y eso lo convirtió en un déspota ineludible.
Por eso, su reino se fue vaciando frente a sus ojos. Ya sin su ejército, hasta su guardia personal lo abandonó. Luego sus sirvientes, sus lacayos. Sus esclavos fueron liberados por los cortesanos. Y su pueblo se cansó de cansarse y se fue a otro reino.
Y ahora el rey se siente solo. Y un rey solo es un rey de nada.
IV
El logro más grande de los sabios de nuestra era, es que lograron reinventar la felicidad.
Nuestro pueblo la había olvidado. Y, generación tras generación, los padres le inculcaron a sus hijos la cultura de la tristeza. Por lo tanto, tras la muerte del último hombre feliz, hace 335 años ya, el pueblo olvidó las risas, el gobierno abolió los chistes, la iglesia consideró como pecado capital la risa, y los abogados se volvieron inmensamente más ricos.
Pero ahora, los sabios y los científicos descubrieron la forma para hacer feliz nuevamente a la gente.
Por supuesto, sólo los que son inmensamente ricos pueden acceder a esto. Los pobres vamos a seguir estando tristes. Hasta que la alegría ya no valga nada.
Y ahí, la alegría no va a ser tan interesante.
V
El día menos pensado, el mundo explotó a la mierda.
Y no hubo nadie que nos avisara.
lunes, 10 de noviembre de 2008
Dos

Podría tratar de decirte miles de cosas. O sólo una. Podría llegar y desnudarme en palabras, sacar de mí lo imposible. Podría herir de muerte miles de papeles a plumazos, y podría bajar el cielo con las manos.
Pero aún así, después de todo. De vencer a miles de molinos viento, de zurcar los siete mares, y de ahogar desiertos eternos, no llegaría a explicarte lo que siento hoy.
¿Qué se le puede decir a quien ya se le entregó todo?
Simplemente, gracias.
Por estar, por dejarme estar. Por hacerme tan feliz. Por dejarme ser yo, y no sólo mis palabras.
te amo
viernes, 7 de noviembre de 2008
El cuarto
Hace calor aquí, y me falta el aire. Es como tener una bolsa de plástico en la cabeza. Las paredes parecen venirse una vez más contra mí, pero esta vez no voy a reaccionar. Si quieren aplastarme, lo van a hacer sin encontrar resistencia. No quiero que vuelvan a entrar como la última vez; prefiero la puerta cerrada, como ahora.
La luz es demasiado brillante, pero todavía puedo divisar la sombras que se ven por la única ventana del cuarto. Esa ventana que es un rectángulo muy chico, casi una línea. Debo estar en alguna especie de sótano, porque por las sombras detrás del vidrio de la ventana-línea, sólo veo pies.
Escucho los pasos afuera. Detrás de mi puerta hay alguien. Tengo miedo, mucho miedo. No quiero que me vuelvan a ver. Entraron dos veces, y fue suficiente. La primera vez, sin motivos, vinieron y sacaron la pelota de tenis con la que pasaba el tiempo haciéndola rebotar contra las paredes, y a veces hasta hablando. La segunda, fue la vez que las paredes por primera vez empezaron a venir contra mí y yo, maniatado como estoy, sólo pude correr contra ellas y empujarlas a los golpes con mis hombros.
No quiero que entren más. Tengo mucho miedo.
Estoy solo, aunque tengo alguien conmigo. No lo ven, porque lo escondo cuando vienene. Y puedo hablar, pero sin los labios.
Camino por el cuarto como un león enjaulado: voy de un lado a otro mirando siempre la puerta. En cuanto se abra, sé que estoy molido a palos una vez más. En cuanto se abra, voy a tener que saltar, presa del miedo, contra quien entre.
Veo más sombras por la ventana-línea. ¿Hace cuánto estoy acá? Puede ser un mes, pueden ser seis... puede ser más de un año. Lo primero que me sacaron es el reloj. Ahora, sé si es día o noche por la luz de la ventana. Veo muchas sombras, y eso me da más miedo. Aunque, en realidad, debería llamarlo terror, ya que no sé a qué le temo. Pueden ser pies, parecen pies. ¿Quién era el que había escrito de un tipo en una caverna que sólo veía sombras de cosas monstruosas? Ya no recuerdo mucho: puede ser Platón, pero también puede ser Freud, o el verdulero de la esquina.
Me siento, me recuesto contra la pared contraria a la puerta, para no perderla de vista. Escucho más pasos del otro lado, más voces. Las luces son demasiado brillantes, y el calor me asfixia. Pero no quiero que la abran. El aire será suficiente por ahora. Y si no lo es, prefiero morir. Ya no tengo más nada, a excepción del miedo. Y sólo con el miedo no creo que pueda seguir mucho más.
Escucho ruidos. Ya no sólo afuera. Hay ruidos adentro, pero no sé si están en el cuarto o en mi cabeza. Mi cabeza muchas veces me juega chistes que no termino de entender. Como esa vez que trato de romperse contra las paredes. Por suerte, las paredes son acolchadas.
Tengo miedo. Ahora, algo o alguien me habla. Escucho el ruido de la puerta, y me paro de un salto. Pero no. El ruido no era acá.
Tengo mucho miedo. Ya no hay sombras afuera, pero detrás de la puerta escucho ruidos de llaves.
Al abrirse la puerta no tengo tiempo de pensar. Si bien trato de avalanzarme con todas mis fuerzas, el golpe es mucho más fuerte que yo.
Ahora estoy tranquilo. Ya no tengo miedo. Ya no tengo nada.
La luz es demasiado brillante, pero todavía puedo divisar la sombras que se ven por la única ventana del cuarto. Esa ventana que es un rectángulo muy chico, casi una línea. Debo estar en alguna especie de sótano, porque por las sombras detrás del vidrio de la ventana-línea, sólo veo pies.
Escucho los pasos afuera. Detrás de mi puerta hay alguien. Tengo miedo, mucho miedo. No quiero que me vuelvan a ver. Entraron dos veces, y fue suficiente. La primera vez, sin motivos, vinieron y sacaron la pelota de tenis con la que pasaba el tiempo haciéndola rebotar contra las paredes, y a veces hasta hablando. La segunda, fue la vez que las paredes por primera vez empezaron a venir contra mí y yo, maniatado como estoy, sólo pude correr contra ellas y empujarlas a los golpes con mis hombros.
No quiero que entren más. Tengo mucho miedo.
Estoy solo, aunque tengo alguien conmigo. No lo ven, porque lo escondo cuando vienene. Y puedo hablar, pero sin los labios.
Camino por el cuarto como un león enjaulado: voy de un lado a otro mirando siempre la puerta. En cuanto se abra, sé que estoy molido a palos una vez más. En cuanto se abra, voy a tener que saltar, presa del miedo, contra quien entre.
Veo más sombras por la ventana-línea. ¿Hace cuánto estoy acá? Puede ser un mes, pueden ser seis... puede ser más de un año. Lo primero que me sacaron es el reloj. Ahora, sé si es día o noche por la luz de la ventana. Veo muchas sombras, y eso me da más miedo. Aunque, en realidad, debería llamarlo terror, ya que no sé a qué le temo. Pueden ser pies, parecen pies. ¿Quién era el que había escrito de un tipo en una caverna que sólo veía sombras de cosas monstruosas? Ya no recuerdo mucho: puede ser Platón, pero también puede ser Freud, o el verdulero de la esquina.
Me siento, me recuesto contra la pared contraria a la puerta, para no perderla de vista. Escucho más pasos del otro lado, más voces. Las luces son demasiado brillantes, y el calor me asfixia. Pero no quiero que la abran. El aire será suficiente por ahora. Y si no lo es, prefiero morir. Ya no tengo más nada, a excepción del miedo. Y sólo con el miedo no creo que pueda seguir mucho más.
Escucho ruidos. Ya no sólo afuera. Hay ruidos adentro, pero no sé si están en el cuarto o en mi cabeza. Mi cabeza muchas veces me juega chistes que no termino de entender. Como esa vez que trato de romperse contra las paredes. Por suerte, las paredes son acolchadas.
Tengo miedo. Ahora, algo o alguien me habla. Escucho el ruido de la puerta, y me paro de un salto. Pero no. El ruido no era acá.
Tengo mucho miedo. Ya no hay sombras afuera, pero detrás de la puerta escucho ruidos de llaves.
Al abrirse la puerta no tengo tiempo de pensar. Si bien trato de avalanzarme con todas mis fuerzas, el golpe es mucho más fuerte que yo.
Ahora estoy tranquilo. Ya no tengo miedo. Ya no tengo nada.
miércoles, 5 de noviembre de 2008
No es difícil muchachos...
Me jode mucho que la gente me diga que películas como "El extraño mundo de Jack (Nightmare before Christmas)" o "El cadáver de la novia (The Corpse bride)" son de dibujitos. Gente, una cosa son los dibujos animados y otra el stop motion.
¡Vamos, llamemos a las cosas por su nombre!
¡Vamos, llamemos a las cosas por su nombre!
martes, 4 de noviembre de 2008
Pregunta del día N° 19
¿Por qué será que si a una mujer le regalás ropa, y le queda chica, piensa que está gorda; pero si le regalás ropa, y le queda grande, piensa que la ves gorda? ¿Hay alguna forma de regalarle ropa a una mujer y que no se sienta gorda?
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