martes, 12 de agosto de 2008

A veces me hago bien

Ok, admitámoslo: mi vida no es complicada. No tengo problemas físicos, no tengo problemas económicos (por lo menos no unos gaves, je), tengo al amor de mi vida a mi lado, trabajo en lo que me gusta, estoy en una banda de rock... Miles de cosas que hacen que mi vida no sea difícil de vivir.
Como se dice, nunca tuve que salir a "hombrear bolsas al puerto"; aunque cabe decir que tampoco es que el laburo me lo llevo de arriba.
Sin embargo, son pocas las veces que encuentro un lugar y un tiempo para mí solo. Siempre hay algo que hacer, o algo que ensayar, o algo que practicar... Ojo, disfruto de esas cosas. Pero no es algo que haga solo.
Por eso, quizá, sea que disfruto tanto el bañarme. Preparar la bañadera, llenarla con agua bien calentita, algunas sales (sí, mi lado metrosexual, por no seguirle la corriente a las malas lenguas), encontrar la temperatura justa y descansar bajo el agua. Todo eso hace que ese momento, así de chiquito, así de simple, sea infinitamente placentero.
Mi bañadera tiene algo de especial: cuando sumerjo la cabeza en el agua, se apagan todos los ruidos de mi departamento, pero por otro lado, se encienden ciertos ruidos de todo el resto del edificio. Algo así como lo que le pasaba a Constantine... pero sin el infierno...
Hoy, sin ir más lejos, ni bien el agua me tapó los oídos, comencé a escuchar más agua, como fluyendo. Como si una lluvia intensa se desatara debajo de mí, inasible, incontenible, pero completamente real.
Los que me conocen saben que si hay cosas que me atrapan y me obnubilan, esas son el fuego y el agua. No puedo evitar quedarme horas si es posible mirándolos. Quizá sea eso de ser constante y cambiante a la vez. De ser siempre el mismo fuego, pero nunca la misma llama; siempre el mismo mar, pero nunca la misma ola.
Entonces, hoy no sólo me relajé con el agua que me rodeaba, sino con el fluir de ese otro agua distante, vaya uno a saber de qué departamento. Ese arrullo líquido que relajaba todo lo que podía mi cuerpo cansado.
Entonces, encontré que podía hacer cosas que de no estar en el agua, no podría hacer. Comprendí que si prestaba mucha atención, podía localizar el sonido de mis latidos. Sincopados, cada vez más lentos, acompañando ese estado de paz en que me adentraba.
También noté que si quería, podía elevar el sonido de mi respiración (que se entienda, no respiraba más fuerte, simplemente, oía más mi respiración) por encima de ese sonido de latidos. O, también a voluntad, dejar los dos sonidos casi al mismo volumen, y combinar los latidos en mi pecho con el aire entrando y saliendo de mis pulmones: Cinco latidos inhalando, cinco latidos exhalando.
Así fui conciente de que tenía otro grado de dominio de mi cuerpo. Uno mucho más profundo.
Y así me entregué al simple, básico y necesario hecho de respirar.

Entonces, una vez con todo eso ya controlado, pude liberar un poco más el pensamiento, y rever todo. Y cuando digo todo, es precisamente eso...
Pude pensar en las cosas que ya logré en mi vida, en las cosas que voy a lograr, en aquellas que jamás voy a alcanzar.
Pensé en mi familia, en la que está y la que no está. Y qué orgullosos y / o decepcionados pueden estar del hombre que soy.
Pensé en mis amigos, también en los que están y los que no. Pero más en los que están, que son los que fueron quedando a través del tiempo, a base de imponer su cariño por sobre todas las demás cosas.
Pensé en mi amor, en ella, como siempre pienso. Pero no había mucho que meditar ahí: pocas veces estuve tan seguro de algo en mi vida. Sólo me basta con saberla feliz.
Pensé en olores, en sabores en gustos. En viejos paisajes conocidos, en nuevos lugares que voy a conocer. Lo mismo con los rostros y la gente nueva.
Pensé, pensé y pensé.

Entonces me ducho, como para volver al mundo (tampoco hay que abusar de los paraísos). Y me puse a escribir.

Sin sentido, como siempre. Sin ningún punto de vista, ni ninguna opinión.

Sólo por contar...

2 comentarios:

Kadysha dijo...

Bleh! años de terapia para venir a enterarme que la solución taba en la bañadera!!! CARAJO CHE!
Y pa colmo... nu tengo bañadera U_u
Triste el destino de los despojados de sitios tan íntimos como una buena bañadera. A conformarse con la ducha. Bleh!

Pecosa dijo...

Cada tanto pinta darle vueltas a esas cosas, quién dijo que hace falta estar a punto de morir para que a uno le pase la vida ante los ojos?

Ya sabes, aunque sea solo por pensar...