jueves, 10 de enero de 2008

Quattordici

¿Qué seria de tu felicidad, radiante astro, si no tuvieras aquellos para los que brillas?
Friedrich Nietzsche


La alegría de los primeros días se va perdiendo con el correr del tiempo. Uno no puede estar alegre todo el tiempo, porque tampoco es muy sano. Uno corre el riesgo de ser tomado por idiota.
Como si fuera agua entre los dedos, la alegría de los primeros momentos fue dejando paso a algo mucho más perfecto, mucho más emocionante.

Jerome Salinger dijo que la diferencia entre la alegría y la felicidad, es que la primera es un líquido, mientras que la segunda es un sólido. Es una imagen muy precisa. La alegría se nos evapora de un momento a otro: por la mañana podemos estar muy alegres, y por la tarde ya no. Sin embargo, el sólido, la felicidad, nos queda siempre. Aunque suene extraño, podemos estar felices, y no alegres.
Podemos ser felices sin estar con una sonrisa en el rostro. Podemos ser felices aún llorando. La felicidad pasa por otros lados además de por los gestos.
Puedo estar enojado, pero no por eso dejar de ser feliz. Puedo estar pensativo, y seguir sientiéndome muy dichoso.
Puedo ser muchas cosas que no aperenten felicidad, pero sin embargo, estoy completamente feliz.
La felicidad, decía, no pasa sólo por los gestos. La felicidad trae aparejada una cosmovisión completamente distinta, uno ve cada cosa con otros ojos. Toma la vida con otra poesía.
Los problemas imposibles siempre tienen una pequeña esperanza de solución. Las discusiones son mucho menos graves, y pueden arreglarse en una charla más tranquila después. Los abrazos son mejor bienvenidos, y las palabras son más suaves en nuestros oídos. La felicidad no deja lugar a dudas. La felicidad nos completa... y nos trae muchas más veces alegrías.

Éste tiempo, éstos últimos catorce meses (los primeros desde nuestra era, amor), son los meses en que más feliz me he sentido. Y sin embargo, muchas veces me vieron como si no estuviera alegre.
Ese estado de solidez emocional en el que me (paradójicamente) sumergí desde hace un año y dos meses, es un estado que no había expermientado con ésta plenitud. Es simplemente, saberme en el terreno sólido de la felicidad.

Puedo estar riendo, puedo estar llorando; puedo estar enojado con el mundo, o peleado conmigo mismo: pero no dejo de estar feliz por eso.

Dicen que sólo puede ser feliz quien posee lo que quiere, y (también) quien sabe, por sobre todas las cosas, amar. En mi caso, estas dos consignas se unen en una sola persona. Porque sí, porque es lo que siempre quise, y porque es con quien realmente aprendí lo que es amar.

Hoy, en esta especie de sub-aniversario, además de estar feliz, estoy alegre. Sé que hoy va a ser un día en el que nada me puede hacer sentir mal.
Simplemente, voy a tener que repetir el ritual de todos los días: dentro de seis horas, cuando me despierte, voy a abrir los ojos y dar gracias porque estás conmigo mi amor.

Felices (y alegres) 14 meses juntos!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

A veces, la felicidad viene por la puerta grande, sin disfraces, ni capuchas, y nos muestra su cara mas rosada, su sonrisa mas aniñada, sus ojos mas soñadores.
Y nos gusta mirarla, nos enamora con sus manos de esperanza y su risa de eternidad.
Y nos quedamos embelezados con ella, y pensamos, como fue que vivimos tanta vida alejados.. Si hasta respirar es mas facil cuando la felicidad esta con nosotros.
Pero, a menudo, por cositas simples, como inmadurez, miedo a perderla o simplemente idiotez, desconfiamos de ella, y nos cerramos a sus labios.
Te amo..no como hace 14 meses, sino mas especialmente.

Panito dijo...

Jajaja. Buen post... Anónimo: muchas gracias por la profunda contribución.

Anónimo dijo...

Que pena, porque me gustas mucho, ojitos verdes. Cualquier cosa, si te arrepentis, avisá.

Panito dijo...

Mmmm. Anónimo, lo veo imposible. Y no creo que sea una pena. De esta forma, estoy completo... Uno no se arrepiente de los ideales de toda su vida, ¿no?