Estoy estacionado con el auto esperando a Palla, mientras en la calle hay poca gente. Es domingo, y el tránsito en San Martín está bastante pobre. Justo en la vereda de enfrente, una chica espera el 343. Está vestida como una más de las tantas que se visten dentro de alguna moda nueva. Esta chica es (o parece) dark... o hardcore... o no sé cómo llamarla. Está vestida de negro, con borceguíes militares, maquillaje al tono. Lleva una mochila y el pelo (negro también) echado hacia atrás.
Caminando, desde la esquina, se acerca un chico. Es algo más joven que yo, pero no mucho. Evidentemente, debe ser el día de ellos, puesto que también viene vestido así: Campera de cuero negra, pantalones "pescadores" de jean negros, remera negra con una calavera y una iscripción en alemán que no logro recordar. Tiene puestos los correspondientes borceguíes. Está también maquillado, pero no es de extrañar: eso de ver a los hombres con los ojos pintados de negro es cosa de todos los días ya. Lleva su mano izquierda en la espalda, como escondiendo algo.
Camina en dirección a la chica de la parada del 343. Se lo ve serio, con su pelo largo algo sucio sobre su cara. Cuando llega frente a ella, ésta lo mira fijamente a los ojos. Mientras él saca su mano de su espalda, para descubrir lo que llevaba oculto: es un muñeco de trapo. El muñeco (oh, casualidad) está vestido de negro. Tiene la cabeza "pelada", de un color violeta muy claro. Y (esto lo digo yo, porque es mi imaginación la que trabaja así) me animaría a decir que, si lo diera vuelta, el muñeco mostraría en su rostro, dos X a modo de ojos.
La chica, como es de esperar, se desarma ante el gesto de él, que ahora la mira sonriendo, satisfecho de que su regalo surtiera el efecto deseado.
Llega el entrometido 343, y ella sube. Él cruza la calle por delante del colectivo, y se para justo delante de mi auto. La ve sacar el boleto y, ni bien el colectivo arranca, la saluda con la mano y una sonrisa enorme. Al irse el colectivo, su gesto ya no es el rictus serio que traía antes, sino más bien una sonrisa llena de luz.
Esto me puso a pensar en las veces en que yo compro flores, o lo que sea para Palla. Imagino la visión que tiene un tipo que me ve pasar, todo feliz por mi ramo de flores. Y es lo que me lleva a pensar que, seguramente, el amor tiene miles de caras. Tantas caras como el que lo esté sintiendo. El amor de dos hardcores, el de dos floggers, el de dos mimos. Lo que sea. Todos son iguales, pero con diferentes envoltorios. Sólo que a veces no nos damos cuenta, y nos creemos que usar tachas, o cadenas, o lo que sea como vestimenta, nos impide amar.
Por suerte, cada tanto algún dark le regala un muñeco a su novia como para abrirme los ojos.
2 comentarios:
Volviste! Y con un tema que te sienta tan bien como el amor!
Bienvenido otra vez!
Tu relato se me asemejó a una peli de Tim Burton =P
Cuando veo a un chico pasar con flores siempre siempre siempre imagino una historia super romántica o un final de rechazo pa el pobre infeliz... no hay caso más claro que este para decir "muchas veces los objetos hacen a las personas" y a las hermosas y célebremente tristes historias de amor ^^
Comprale un cactus a Palla le va a encantar!!!!!!!!!!!!!! jajajajaja
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