I.
La población mundial llego a su pico máximo. Lo líderes del mundo se dieron cuenta, de un día para otro, de que la cantidad de gente en este planeta era demasiada. La hambruna, la indigencia y todos los males parecidos parecían ser, de esa manera, incontrolables.
La reunión entre los mandatarios de las potencias del mundo se llevó a puertas cerradas, en un lugar sólo conocido por ellos y por sus guardias personales más intimos. Luego de deliberar durante varios días, llegaron a la conclusión de que era el momento de actuar: una a una, en lo que (entre irónica, graciosa y cruelmente) dieron en llamar Operación Pandora, fueron liberando las plagas que, desde hace años, sus laboratorios más secretos, venían desarrollando. Ciertas potencias se ocuparon de los monos de Africa. Otras, de los cerdos centroamericanos. Unas más, de los mosquitos sudamericanos. Las últimas, tienen como metal los peces de Asia.
De esto, hace ya veinte años
II.
La segunda resurrección de Cristo tuvo lugar el año 2012. Más precisamente, a las 22.10 del 3 de Febrero de 2012.
Cristo, entonces, entró caminando descalzo al Vaticano, ante la mirada estupefacta de todos.
Miró hacia todos lados, y clavó la mirada en el Sumo Pontífice. Lo estudió lentamente.
Entonces, Cristo levantó sus brazos, con las palmas hacia el cielo y dijo: "Muchachos, volví. Se acabó la joda".
Después de los telegramas de despido pertinentes, se sentó en su solitario despacho, y se dispuso a estudiar sus libros de contabilidad.
III.
Esa noche, como tantas otras, el mar estaba sereno e invisible. Cuando Julián se acercó, caminando por la arena fría, descalzo hacia el agua, sintió que su vida estaba cambiando lentamente. Mientras el cielo se desgarraba en un aguacero estival, y sus ropas se pegaban, empapadas a su cuerpo, Julián tomó conciencia de todos sus músculos. Incluso de aquellos que jamás pensó que se usarían.
Al llegar al mar, el frío del agua salada se le clavó, primero, en la punta de los dedos de los pies, para luego subir eléctricamente por su espina. Sin embargo, esto lo único que logró fue envalentonarlo más.
Siguió caminando resuelto, mientras su pelo casi no lo dejaba ver, estando pegado a sus ojos.
En el preciso instante en que el agua del mar tapó su cabeza por completo, en el horizonte se dibujó un rayo.
Julián sintió que su vida, tal como la conocía, terminaba con ese rayo lejano. Abrió entonces sus branquias, y nadó rápidamente por el fondo del mar
IV.
Cuando despertó, sus brazos y sus piernas estaban inmovilizados. Su pecho sentía tanta presión sobre él que era practicamente imposible respirar. No podía moverse de ninguna manera, a no ser por el giro de su cabeza sobre su cuello. Después de eso, no podía ni siquiera mirar hacia abajo, ya que el mentón en seguida le chocaba contra la arena en que estaba enterrado. Lo habían enterrado con tiempo, y en un pozo profundo, ya que estaba "parado", por decirlo de alguna manera. No recordaba nada más atrás de cuando se despertó. Aunque sentía dolor en casi todo el cuerpo, más allá del obvio dolor de ser presa de vaya uno a saber cuánta cantidad de arena.
A lo lejos escuchaba máquinas, pero no llegaba a ver nada. El sol pegaba de frente en ese momento y estaba practicamente ciego a causa del resplandor. Sintió risas, más golpes y algún que otro ruido más, no hechos por humanos.
Habrá estado así cerca de cuatro horas. Con el cuerpo completamente anquilosado, sintiendo cada vez más el esfuerzo por respirar.
Entonces, escuchó, o más bien sintió, pasos detrás suyo. Quiso ver, pero se acercaban exactamente por detrás, dentro de su punto ciego. Escuchó una risa, y una respiración entrecortada...
Lo último que sintió, fue el golpe de la pala que le abría el cráneo, mientras veía a los lobos acercarse a él corriendo.