martes, 23 de septiembre de 2008
El último mojón
El arma descansaba todavía cargada y algo caliente sobre el asiento del acompañante, como irónicamente. Tantas veces ese asiento había soportado el peso de ella, y ahora se veía resignado bajó el liviano peso del arma que la había ultimado.
Él iba sumido, ahora, en sus pensamientos. Sin pensar en nada, y pensando en todo a la vez. Las últimas palabras que le dijo eran promesas de amor eterno. Había sido dulce, como nunca lo había sido antes. Justamente él, que era el mejor en lo suyo, se caracterizaba por ser el más frío. Pero esta vez había sido distinto. Esta vez, el valor del premio era mucho menor a la pérdida en el juego.
Ella no había gritado, no había llorado, no se había resistido. La sorpresa en su rostro había durado hasta el último minuto. Hasta que sus ojos se vaciaron de vida, su rostro había implorado por una explicación, pero su boca no se movió: no había emitido palabra. Sólo un brillo en los ojos, sin llegar a ser lágrima, había denotado su dolor. No miedo por saberse al borde de la muerte, sino dolor por saberse traicionada.
Ahora, de camino a su casa (solía decirle guarida bromeando con sus amigos, pero internamente, hoy no quería usar ese término), él también tenía los ojos vidriosos. Los nudillos estaban poniéndose blancos debido a la fuerza con que tomada el volante. Iba calmo, o eso aparentaba. La vista fija en el camino, el pie firme en el acelerador. La ruta pasaba, y él la imaginó como metáfora de su vida. Kilómetro tras kilómetro, sentía que su vida estaba llegando a su destino.
Un bache en la ruta lo devolvió a este mundo. E instintivamente, miró al asiento de al lado. Silenciosa, el arma cargada lo obrservaba como el clérigo escuchando confesiones. Ambos sabían que no iba a repetirse algo así, pero a la vez, sabían que no era posible seguir de esa manera.
Tomó el arma, y pasó el pulgar por el seguro. Era muy extraño sentir tanta afinidad con algo tan terrible. Sentía que había nacido con un arma en la mano. Sentía el acero como uno más de sus dedos. Sentía la culata como parte de la palma de su mano. La naturaleza con la que manejaba el arma sería alarmante para cualquier otra persona. Pero él era conciente del poder que tenía en tan poco peso.
Jugó con el arma unos kilómetros (ya casi se le hacía imposible contar el tiempo en minutos), y la volvió a dejar sobre el asiento derecho. La radio cambió una vez de ritmo musical, y se le hizo insoporable. La apagó, pero esto fue demasiado.
En su cabeza, dentro suyo, la música dejó de sonar para escuchar los sonidos irrevocables de unos kilómetros atrás. Su voz (la de él), diciéndole que la amaría tonta y eternamente, mientras le acariciaba el pelo negro. Sus ojos (los de ella) llorando sin sonido y sin lágrimas, como esos gritos no lanzados de las pesadillas. Su arma (la de él) iluminando por última vez el cuarto. Su vida (la de ella) escapándose de este mundo.
Miró hacia el espejo derecho del auto. La lluvia estaba parando, las gotas de la ventanilla derecha le asemejaron el rostro pálido de la mujer que en ese preciso instante, ahí, en ese kilómetro, estaba a una hora de distancia, desangrada en una habitación todavía tibia.
Puso las balizas y acercó el auto a la banquina derecha. La lluviá volvió a caer fuerte.
Desde afuera, sólo se veían las luces bajas iluminando hacia adelante una banquina silenciosa, la luz intermitente de las balizas a los costados y la suave luz azul de la radio del auto.
Y de pronto, la luz del último disparo que él dio.
viernes, 19 de septiembre de 2008
EL Vaso y la Sien
El ventilador de techo hacía intermitente la luz en una atmósfera de humo y calor. Las luces de la calle parecían ajenas a la escena.
El primero de los arlequines (uno gordo y con el tiempo encima), se levantó a cerrar la ventana. El segundo, más flaco y calvo, rebuscaba en su bolsillo, tratando de encontrar un nuevo cigarrillo. El tercero, joven y sereno, tenía la mirada perdida.
Ahí era el tiempo. De un movimiento preciso tomé el vaso (el licor que estaba dentro no parecía muy sano). Miré alrededor y me mojé los labios. Desde ese entonces me hice adicto. Y quería más.
Pero ingenuo como siempre, caí en la trampa.
Una estruendosa carcajada se oyó detrás de mí. El gordo se había dado cuenta. El frío del acero en mi nuca era casi tan amenazador como las miradas de los otros dos, que ya habían vuelto a este mundo. Y sus palabras…
-“¡Ay, pendejo..! ¡Como si no supieras que tendrías que haber arrastrado el culo un poco más! Sabemos que preferís la merca ya empaquetada. ¡Qué boludo sos!” Mezclaba el gordo y me daba a cortar.
Yo miraba todo. Los tres mercaderes me rodeaban. La vida se me extinguía, podía sentirlo. Aunque…
De repente, las sirenas inundaron la habitación. La voz del megáfono era clara. ¡Verdad o consecuencia mi amor!
Toda la calma se convirtió rápidamente en un quilombo de gran alcance. Las balas comenzaban a silbar.
Todo confuso. Gritos, tiros, todo en una.
A lo lejos, los bigotudos tiraban, quién sabe si bien o mal.
Entonces un grito. Y ahí como si nada, el gordo en el piso, sintiendo que la vida se le iba por el agujero en la frente. Me clavó la vista: “Pendejo, todo esto es por vos...” Y cruzó la raya. Así nomás.
Los otros dos, cagados como lombrices, tiraron los fierros y murieron por voluntad propia.
Pensé rápido, corrí aún más. Me pareció sentir el auto detrás de mí.
Llegué y llamé a la puerta. Allí salió ella, con sus grandes ojos marrones y su cara de asombro. Me abrigué en su pecho.
Esa noche dormí entre sus piernas, meditando.
Ahora sabía cómo iba a terminar. Viejo, gordo y con un tiro en la sien.
martes, 16 de septiembre de 2008
¿Esto es la justicia poética?
En ejercicio de sus facultades
llama al banquillo de los acusados
a Don Pan, con el fin de condenarle
Que aún sabiendo que el robo es ilegal
y es castigado con pena de prisión
no dudó en arriesgarse a tomar
la bolsa ajena de sobre el mostrador
Por esta causa, motivo y situación
este tribunal propone castigar
al acusado culpable de esta acción
Privándolo de toda su libertad.
Constando en actas esta resolución
Declarando CULPABLE al señor Pan.
lunes, 15 de septiembre de 2008
La tele: fuerte, la cerveza: fría y los homosexuales: locas locas!
XXX: ¡Ay sí! vi en la tele. Me parece bárbaro. Me cae muy bien. Me parece perfecto que se muestren así como son los dos, sin problemas.
Panito: ¿Y qué problemas van a tener?
XXX: Y... No sé. Viste que como son gays... Pero está bueno que lo digan así, abiertamente, y que no tengan problemas para nada...
Panito: ... No pienso contestar más nada...
¿No es hora ya de que dejemos de asombrarnos porque un homosexual se muestra tal cuál es? Digo... Nadie va por la vida declarándose heterosexual ¿no? Entonces, ¿por qué sí o sí tienen que hacerlo los homosexuales? Después de todo, ya sea una elección de vida, o algo de nacimiento, es cuestión suya.
Me suena tan discriminatorio el decir "qué bueno que vayan así por la vida sin problemas de ser homosexuales" como decir "sos un puto de mierda". O como decir: "No, si a mí me caen muy bien los judíos. Tengo amigos judíos". ¡No! Eso es lo mismo que decir "los judíos son diferentes, pero bueno, los aceptamos".
El mundo avanza. Hay miles de cambios. Pero en tantas cosas, seguimos como hace muchísimos años.
jueves, 11 de septiembre de 2008
Minhistorias
Vía aérea, la empresa Aires del cono Sur despacha como carga un perro. El destino del animal es Ushuaia, en bodega presurizada y acondicionada. En la ciudad austral, una anciana espera con ansias a su Chiquito (tal el nombre del perro, como todos los perros de ancianas).
Al llegar el vuelo, los empleados de la parte de cargas de ACS encuentran que, lamentablemente, el animal está muerto en su jaula. Se asoman al hall del aeropuerto, y ven a la anciana, medio encorvada ya, buscando entre las valijas que pasan en la cinta sin fin (cada vez quedan menos, Chiquito ya debe estar por aparecer), la jaula en donde viajó el animal. Los empleados de la línea aérea se apiadan de la viejita, y salen en busca de un animal igual al que se encuentra en la jaula. Por esas bondades del destino, ven a uno en el estacionamiento del aeropuerto. No pueden creer su suerte: el perro encontrado es exactamente igual al que yace muerto en la jaula. Es más, los empleados de ACS empiezan a pensar que hasta debe pesar lo mismo que el pobre Chiquito.
Alegres, con la sonrisa a flor de labios, salen al encuentro de la anciana, llevando la jaula con el nuevo Chiquito retozando y jadeando dentro, entre asustado y ansioso por saber qué le pasará.
Llegan a donde está la anciana, y con mucha cortesía esbozan el ya ensayado: "Disculpe la demora señora, estábamos tratando de despertar a su perro".
La vieja empalidece y casi se desmaya al ver dentro de la jaula. Mirá asustada hacia todos lados. Los empleados, temiendo que haya descubierto el fraude, intentan un tímido: "¿Algún problema señora?". A lo que la anciana, con el último aliento que parece quedarle les contesta: "Sí, no entiendo nada. Chiquito murió ayer en Buenos Aires. Mi familia me lo envió para que yo lo entierre aquí en el sur, en donde había nacido..."
II
Alejandra es una chica hermosa. Alta, esbelta. El pelo moreno rizado le bañaba los hombros. Tenía ojos marrones y una mirada intensa. En conjunto era una mujer que llamaba mucho la atención. Era saludable, hacía ejercicios y comía sano. Era, sobre todo, una mujer buena, de las que vale la pena tener al lado.
Sin embargo, nunca había tenido una relación amorosa duradera. Se había enamorado alguna que otra vez, y se sentía atraída por muchísimos hombres. Y éstos por ella. Pero Alejandra tenía un problema: era alérgica al Ph de las feromonas que la atraían. En cuanto entraba en contacto con la piel de un hombre que la atraía, o la interesaba, Alejandra se llenaba de manchas en la piel, y se hinchaba como pan en el agua. Podía hablar con esos hombres, pero no por mucho tiempo, ya que las reacciones eran más lentas si "inhalaba" ese Ph, pero eran las mismas al fin.
Había probado con muchísimas cosas para tratar de anular ese Ph. Hasta había hecho bañarse en jugo de limón a Gastón, el hombre que más le llegó al corazón. Pero nada de esto había resultado.
La ciencia todavía no había llegado a crear algo que anulara permanentemente el Ph de las pieles que la atraían. Pero había habido algunos avances en los últimos años. Algunos desodorantes (carísimos todos ellos) tenían un efecto reducido de la cura para Alejandra. No anulaban el Ph, pero lo disfrazaban durante un par de horas.
Claro, para eso, Ale tenía que tener la suerte de conocer a un hombre con el poder adquisitivo necesario, el gusto por esos desodorante, y encontrarlo menos de dos horas después de salir de su casa. Y rogar que llevara consigo el desodorante.
Por las noches, Alejandra reza para que se encuentre algo para solucionar el problema de su alma. Y se duerme pensando en qué irónico es que Alergia sea un anagrama de Alegría
III
El lugar, el restaurant, era perfecto. El ambiente justo. Un poco de Jazz (algo de Porter cantado por Fisztgerald), luz tenue, poca gente, buen aroma de los platos, mozos atentos...
Pero lo más importante es que ella era perfecta. Había esperado tanto esa noche, que casi no pudo dormir una semana antes. Costó, pero lo había logrado. Corrijo: Todo en ella era perfecto. El pelo, rojo como el ocaso, estaba prolijamente peinado, con ese mechón que le caía entre los ojos de una manera tan casual que le había costado tres horas arreglarlo. Sus ojos verdes resaltados por el rimmel tan cuidadosamente aplicado. Su boca roja, como haciendo juego con su pelo, que invitaba a perderse en ella hasta el fin de los segundos. Su maquillaje tan meticuloso que casi no se notaba. Su vestido. Ese vestido que tanto había ansiado y que por fin encontraba una oportunidad para lucir. Sus curvas delineadas contra el resto del mundo dejaban en segundo plano todo lo demás. Su altura imponente, su paso seguro. Su dulce voz melodiosa. Todo. Completamente todo era perfecto en ella...
Y él la dejó de todas formas.
IVUna chica, hermosa, alta, morocha, muy bien vestida, está esperando en la parada del 110. El día está nublado y hace frío, pero a ella no parece importarle. Mira ansiosa la avenida esperando que venga el colectivo. Llega el primer interno, pero lo deja pasar. Lo mismo con el segundo y el tercero. El cuarto, el quinto y el sexto corren la misma suerte. Empieza a llover, pero ella sigue sin subir a ningún colectivo.
Un policía se le acerca a preguntarle si se sentía bien, porque la había visto parada allí desde hace más de tres horas sin subir a ningún interno.
- "Estoy perfectamente" - Dice ella -" Espero al amor de mi vida. Me dijeron que iba a venir a la parada del 110 hoy"
El policía la mira extrañado y se aleja.
Pasan dos horas más, pero ella sigue allí, parada inmóvil mirando a la avenida esperando al micro que traiga a su amor.
Cuando empieza a hacerse de noche, se acerca a la parada un interno de la línea 162 fuera de recorrido. Se arrima al cordón y abre la puerta al lado de ella.
- "Llueve mucho " - dice el chofer - " ¿Por qué no subís?"
Ella lo mira inquisidoramente.
Se toma del pasamanos y sube. "de un peso" le dice mientras espera el boleto
"No" - Contesta él, admirando su belleza - "estoy fuera de línea. Para vos, el viaje es gratis."
El sueño de la vida de Jorge había sido llegar a ser probador de colchones en Sueñolindo, la empresa familiar desde hacía más de 50 años. Y lo había logrado. La noche anterior no durmió nada: no por la ansiedad del nuevo trabajo, sino para estar completamente preparado para su jornada. La cara de su padre no podía expresar mayor orgullo por su único hijo en cuanto vio entrar a Jorge con cara de dormido a la fábrica. Su primer día de trabajo sería sencillo. Probaría un colchón de una plaza, de 20 cm de altura. Si trabaja bien y dormía con fuerza, pronto llegaría a probar los colchones de dos plazas de 30 cm. Y si ponía muchísimo empeño en trasnochar, salir de fiesta por las noches y no dormir fuera del trabajo durante los próximos meses, seguramente para fin de año pasaría a probar los sommiers de resortes.
Sólo tenía que llegar demacrado y sin dormir cada mañana.
Obviamente, Jorge renunció a los dos meses. Ese trabajo no era para él.
lunes, 8 de septiembre de 2008
La visión de la Muerte
Nota del autor: Esto ya había sido publicado en un blog ya inexistente. Sé que no está ni bien escrito, ni es una pieza digna de algún libro de Poe. Sin embargo, quizá porque fue un sueño verdadero, quizá por algún enamoramiento sin sentido del autor con su obra, creo que "La visión de la muerte" merece un espacio en El Blog de Panito
Tic
Gonzalo se despertó sobresaltado. La oscuridad le oprimía los ojos. El sueño había sido mucho peor esta vez. Antes, por lo menos lograba despertar antes de que lo mataran. Hoy el sueño se había prolongado un poco más. Hoy había visto no sólo cómo había sido su muerte, sino cómo había sido todo después. Recordaba haberse quedado tirado en la calle, con el tiro en la sien, mirando cómo los autos pasaban en la avenida. Eso era de lo más extraño. Sabía que había muerto, sentía el calor de su sangre corriendo por la mejilla. Sentía cómo la vida se le iba, que ya no respiraba. Sin embargo, sus ojos habían quedado abiertos y él seguía mirando todo. Su vida ya no estaba, pero su vista seguía ahí. Y evidentemente, la parte del cerebro que registraba las imágenes también estaba funcionando. Era una tortura. ¿Por qué no terminaba de morir? Era peor esto. Saber que el mundo seguía ahí, con su lento girar de todos los días, pero su vida ya no ayudaba en nada a eso. Siempre había supuesto que el mundo dejaba de existir si él no estaba ahí. Ahora se daba cuenta de que no era así. Al fin lo había descubierto: el árbol seguía haciendo ruido a pesar de que no hubiera nadie para escucharlo. Y él seguía ahí tirado. Viendo la vida pasar a pesar de que la suya no pasaba. Era horrible. Descubría que su vida era sólo una más...
Tac
El relámpago afuera precedió al trueno como siempre. Gonzalo sentía su corazón golpear fuerte en el pecho. Acostado boca arriba en su cama, seguía si poder ver, aunque el rayo le había dado un panorama de cómo estaba su habitación. Tal cual la había dejado al dormirse un par de horas antes. Con las sábanas un poco más revueltas quizá, consecuencia del sueño. Se llevó las manos a la sien. Estaba húmeda, pero no era la sangre caliente, sino más bien ese sudor frío que le brotaba cuando soñaba eso. Cerró los ojos, era lo mismo que tenerlos abiertos, ya que no veía nada. Todavía tenía el refusilo del rayo en las retinas, por lo que aún podía ver su habitación iluminada de azul. Trató de contener la respiración, para lograr reducir un poco el golpeteo del corazón, pero desistió casi al instante de pensarlo. El estar sin respirar le hacía pensar que estaba muerto. Y en este momento necesitaba abrir los ojos para saberse vivo. Pero su muerte había seguido con los ojos abiertos, así que se obligó a quedarse como estaba. Después de todo, el golpeteo del corazón era reconfortante. La vena latiendo fuerte contra la sien también. Era lindo saber que estaba vivo. Ahora que conocía la muerte, la vida parecía más linda todavía. Otro trueno. Ahora no había visto el refusilo, y sin embargo, sabía que había estado ahí...
Tic
La sangre ya formaba un charco en el piso alrededor de su cabeza. Podía ver el borde del pequeño lago carmesí alejarse de él. Y la gente pasaba sin notarlo. Quería gritar, pero ni siquiera en los sueños los muertos gritan. Eso era lo más desesperante. Sentir la sangre caliente corriendo por la piel que se iba enfriando de a poco sin que nadie lo notara. Los ojos seguían fijos, seguramente vidriosos. Las pupilas comenzaban a dilatarse, casi podía sentirlo. En ese momento, cada centímetro de su cuerpo estaba completamente conectado a él. Sentía cada parte, cada célula. Sentía sus uñas, su pelo. Sentía todo. Y sin embargo, no sentía nada. Estaba muerto, desangrándose y viendo cómo no le importaba a nadie. Algo mal había. Dios no era tan malo como para hacer ver a alguien qué poco importaba su muerte. La desesperación de la inmovilidad era la última pulsión. Quiso gritar de nuevo. No pudo. La sangre comenzaba a acabarse...
Tac
Tenía que levantarse. Tenía que demostrarse a sí mismo que no estaba inmóvil, que la vena y el corazón golpeando no eran una ilusión. Tenía que pararse, encender la luz y darse cuenta de que todavía veía. Pero el recuerdo del sueño estaba tan patente que tenía miedo de no poder hacerlo y darse cuenta de que en realidad estaba muerto y no podía solucionarlo. Un nuevo trueno y la lluvia que empezó a sonar impertinentemente contra el vidrio de la ventana. Tenía que levantarse, y sin embargo no se animaba. El miedo a la muerte era más duro ahora que no sabía si estaba vivo o no. Estaba paralizado, sudado y con el corazón latiendo a más no poder. Notó que la mano le empezó a temblar. El corazón parecía querer escapar de su pecho. Los ojos ciegos buscaban la luz. El próximo relámpago lo animó. Se quiso poner de pie...
El corazón dejó de latir...
Tic
viernes, 5 de septiembre de 2008
Actualidad con Panito
"Prohíben a los médicos porteños usar el ambo fuera del hospital": La medida es para evitar que lleven de afuera gérmenes que puedan contagiar a los pacientes. Digo yo, ¿no es mejor hacer una ley que abastezca a los hospitales de antibióticos? Después, que se vistan como quieran!
"Cobos está dispuesta a volver a la UCR pero sin condicionamientos": Pregunto: ¿No es eso una condición? ¿Quién lo entiende vice?
"Todo planeado: Alessandra Rampolla confesó que está a dieta porque quiere ser madre en 2010": ¿Piensa comerse a un bebé en 2010? No me jodan... no va a hacer dieta para cuidar su figura...
"Ex funcionario detenido asegura que no tiene ninguna vinculación con la ruta de la efedrina": Según fuentes oficiales, declaró "¡yo sólo cobraba el peaje!"
"Castigo mínimo: Méndez recibió sólo tres fechas de suspención por la patada voladora a Falcao": ¿Cómo mínimo? ¡está perfecto! Una fecha por cada costilla que le quebró.
(Fuente: www.minutouno.com)
"Gaby Álvarez lanza su libro hecho en prisión": Lo peor de esto, más allá del shock de enterarme de que este muchacho sabe escribir, es que al parecer, le permitían salir de la cárcel para presentarlo... PERO SU ABOGADO NO LO DEJO... Gaby, con las regalías del libro, buscá otro leguleyo, porque este no te quiere nada...
(Fuente: www.infobae.com)
"Aerolíneas: Auditores no encuentran 4 aviones": Chicos... ¿probaron mirando para arriba?
(Fuente www.criticadigital.com.ar)
"Piden que se sancione una ley de protección para autistas":Los beneficiados no dieron notas ni hicieron declaraciones. Del gobierno se dice que fue la mejor marcha que les pudo tocar "no hicieron nada de ruido, ni se movilizaron a ningún lugar. Un ejemplo del pueblo que queremos" (perdón, pero un chiste negro tenía que haber)
(Fuente: www.clarin.com.ar)
"No soy la cornudita conciente a la que engañas y te perdona": Tranquila Naza, todos sabemos que no tenés conciencia! De tenerla, ya te hubiera hablado hace mucho!
"Diputados aprobó la movilidad jubilatoria esta madrugada" Sí, dijeron Muevan a estos viejos de acá que huelen a Heno de Pravia
(Fuente www.larazon.com.ar)
Mighty, mighty
Mucho groove, mucha buena onda negra, mucho falsete.
Ideal para empezar un viernes gris y frío en la ciudad.
Ahora, las siete horas que quedan se pasan mucho mejor!
jueves, 4 de septiembre de 2008
No existe la mala publicidad ¿No?
Foto del sanatorio, flamante y nuevecito, con efecto de rompecabezas (la publicidad es como si fueran 3 fichas de un puzzle bien enganchadas entre sí). Hermoso el sanatorio eh!
Lo extraño, es la leyenda que reza:
Sanatorio X, ya lo reconstruimos.
Ahora sólo faltas vos.
(¿?)
¿No es muy negro algo así?
Digo, en este tren de publicidades nefastas, podríamos ver:
Velatorios Pichiruli, lo estamos esperando
Cementerio Jardín de paz La lucecita: Venga y descanse tranquilo en nuestras cómodas instalaciones.
Morgue Judicial: Todo lo que ud. esperaba en su vida... y más!